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Javier Jiménez Izal Trabajador de Storopack

Storopack

Hoy, después de 23 días de huelga, hemos empezado a trabajar los huelguistas de Storopack que no hemos sido despedidos. Por una parte, con lógico sentimiento de derrota (los despedidos se van con el mínimo que establece la ley), pero por otra con el orgullo de haber hecho lo que la mayoría decidíamos en asamblea.

Durante estos 23 días hemos conseguido crear un ambiente absolutamente recomendable; según iban las negociaciones, los más antiguos respaldaban a los más noveles en la empresa y viceversa.

Pero, al parecer, hemos sido unos ilusos en nuestra unidad, porque nos hemos enfrentado a tres grandes poderes, a saber:

-La empresa, sus caros abogados, sus enormes poderes, sus buenas influencias.

-El Gobierno de Nafarroa, siempre «amigo de los trabajadores», cuyo dictamen final fue copia de lo presentado por la empresa y no atendió ni una sola de las alegaciones hechas por el comité. Basta decir que la empresa, CCOO e incluso la prensa tuvieron conocimiento de la resolución final del ERE un día antes que el propio comité (los afectados).

-CCOO, cuyo delegado no acató la decisión de convocar huelga porque «no se lo podía permitir» (textualmente), e incluso trabajó él sólo en un turno. Todo esto apoyado y aconsejado por su jefe de Iruñea, Ricardo Gimeno. Algo se les deberá o algo se les pagará. Roma no paga traidores, pero el Gobierno y empresariado navarro sí.

En fin, que al desmontar la caseta que nos sirvió de guarida durante esta fría y lluviosa huelga, llegamos a la conclusión de que una y mil veces actuaríamos como lo hemos hecho, porque lo hicimos en asambleas, democráticamente.

Ya se nos recordó que con la dignidad no se come, pero nosotros pensamos que sin ella somos menos personas.

Agradecer el comportamiento de LAB y sobre todo de ESK, que nos han aconsejado y acompañado en todos los sentidos, día y noche.

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