CRíTICA cine
«My Blueberry Nights»
Koldo LANDALUZE
En esta su tarjeta de visita occidental, Wong Kar-Wai prolonga las señas de identidad de un creador que parece atrapado en sus travellings ralentizados. Ante la incapacidad de querer aportar algo novedoso, el cineasta que asombró con «Chunking Express», enamoró con «Happy Together» y, sobre todo, «Deseando amar» y dio avisos de una peligrosa reiteración en la fallida «2046», permanece inamovible en su universo de soledades compartidos. En «My Blueberry Nights» topamos con un viaje iniciático y emocional alimentado por los motores del desamor. La ruptura con su pareja sirve al personaje encarnado por Norah Jones para que de inicio a un viaje físico que despega de una cafetería olvidada y se prolonga en diversos puntos de los EE.UU. A lo largo de su periplo, la protagonista conocerá a personajes que padecen su mismo mal y que sirven de termómetro emocional para una sociedad marcada por la soledad y el desencanto.
Visualmente muy sensual, «My Blueberry Nights» sigue un ritmo pausado que puede mostrarse un tanto mecánico por culpa de una insistencia, casi obsesiva, por parte del cineasta de querer dejar constancia de su sello personal en cada uno de sus planos tal y como certifica la inclusión de escenas que nunca aportan nada nuevo a la historia y terminan por lastrar un atractivo viaje a las entrañas del desamor. En el apartado técnico tropezamos con un director de fotografía muy similar en sus intenciones autoriles a Kar-Wai. Khondji vuelve a hacer gala de su paleta de colores personalizados y envuelve en una atmósfera de tonalidades cálidas muy cargadas a las presencias fascinantes de Weisz, Portman y Strathairn; tres actores que destacan dentro de un conjunto interpretativo que respalda con acierto la presencia de una Norah Jones que cumple con creces con su rol de guía testimonial a lo largo de este mapa de desajustes sentimentales.