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Masacre israelí en Gaza

La matanza que generará muerte

La última masacre perpetrada por Israel contra la población palestina supone, sin ninguna duda, un salto cualitativo y cuantitativo en el enfrentamiento en la región. Se puede prever que las consecuencias de esa matanza se harán más visibles a lo largo de los próximos meses, y que la inestabilidad se acentuará.

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Txente REKONDO Gabinete vasco de Análisis Internacional (GAIN)

La rabia y estupor que genera esa política de genocidio contra el pueblo palestino contrasta con la condescendencia que algunos medios y sectores muestran ante tamaña brutalidad. Llama la atención que aquellos que hipócritamente dicen defender el valor de la vida humana por encima de todo o que «ningún proyecto vale la vida de una sola persona» prefieran presentar la muerte de cientos de palestinos como consecuencia «de la guerra», en la que al parecer las únicas víctimas son los militarizados colonos que ocupan las tierras palestinas y los civiles que sostienen un régimen fundamentalista y reaccionario como el sionismo. Cabría preguntarles si el proyecto del Estado de Israel sí puede generarse a costa de las tierras y vidas de todo un pueblo.

La distorsión malintencionada del proceso electoral en Palestina, donde Hamas logró la mayoría parlamentaria en unas elecciones que cumplieron los cánones exigidos en cualquier estado occidental, ha generado una división formal entre los representantes palestinos, sobre todo entre Hamas y Al Fatah. Y los dirigentes sionistas han aprovechado esa situación para aumentar esa fractura política. Las conversaciones y negociaciones entre Hamas y Al Fatah para buscar una solución a la división política de facto entre Gaza y Cisjordania no eran del gusto de Tel Aviv y cualquier acer- camiento palestino suponía un serio revés para la política sionista de «divide y vencerás».

Pero además hay otras claves para afrontar el ataque indiscriminado de Israel y las probables consecuencias:

La cercanía electoral: En febrero se celebran las elecciones parlamentarias israelíes y es muy probable que el vencedor sea el ultrareaccionario Likud, con su dirigente y halcón sionista, Benjamín Netanyahu, como el principal beneficiario de esta nueva crisis. El posicionamiento de buena parte de la sociedad israelí hacia posturas más reaccionarias y militaristas es algo que se percibe sociológicamente, a pesar de los esfuerzos de pequeñas minorías de ciudadanos que pretenden buscar una salida negociada y definitiva al conflicto con Palestina.

También la clave electoral sobrevuela buena parte de las disputas entre Hamas y Al Fatah. El 9 de enero acaba teórica y legalmente el mandato del presidente palestino, Mahmoud Abbas, quien debería ceder sus poderes al presidente del Parlamento, Abd al-Aziz Dweik, miembro de Hamas. Sin embargo, Abbas no está por la labor y pretende convocar las elecciones presidenciales al mismo tiempo que las parlamentarias (que deberían celebrarse en enero del 2010). Hamas se opone al adelanto de las elecciones parlamentarias, ya que en esta coyuntura, con sus dirigentes y representantes presos, el margen para la celebración de unas elecciones libres es mínimo.

La radicalización del movimiento islamista, o de algunas manifestaciones de éste, puede ser otra de las consecuencias de esta maniobra de Israel. Desde hace algún tiempo se ha venido constatando el flujo de militantes jihadistas desde Iraq a otros países vecinos como Libano, Jordania o Siria. Si en el pasado eran movimientos puntuales y de tránsito, ahora se ha podido observar que algunas formaciones han asentado sus operativos en esos estados, y su disposición a actuar dentro de esas fronteras crece cada día.

La presencia de organizaciones salafistas en Palestina es pequeña de momento, pero el apoyo de Arabia Saudí a éstas les puede permitir desarrollar una estructura estable en la zona. Grupos como Jaysh al-Islam (el ejército del Islam) son utilizados para debilitar a Hamas y buscar dificultar la labor política y social del movimiento de resistencia. Esta táctica, ya utilizada en el pasado en Palestina, con otros actores, para debilitar las fuerzas laicas y progresistas palestinas, se ha mostrado con el tiempo muy peligrosa. Alimentar este tipo de organizaciones y utilizarlas en una determinada dirección puede dar frutos a corto plazo, pero con el tiempo pueden acabar volviéndose contra las manos que les alimentan y sostienen.

Los «vendedores y apologistas» del cambio de Obama se van a encontrar con una nueva oportunidad para la especulación interesada. Una mirada detallada a los apoyos que ha recibido en campaña el futuro presidente de Estados Unidos, y los nombramientos que ha realizado en su equipo de gobierno, nos permite observar cómo el lobby sionista ha movido fichas y ha colocado importantes figuras en el nuevo gobierno estadounidense. De ahí que aventurar un giro o un cambio de Wa- shington hacia la política en la región es somera ingenuidad o indeclarada mala fe.

Desde Tel Aviv se ha mandado un claro mensaje al futuro ocupante de la Casa Blanca, y éste no es otro que los dirigentes sionistas en Israel están dispuestos a seguir con su genocidio contra el pueblo palestino, y para ello Washington debe seguir siendo el colaborador internacional que necesita.

La «Operación Plomo Sólido» lanzada por Israel tiene los visos de repetir los errores del pasado, y más allá del dolor y la rabia esta estrategia sionista está condenada nuevamente al fracaso. Hamas ha demostrado su capacidad para continuar celebrando manifestaciones masivas, como la concentración de hace unos días en Gaza. Además, el movimiento islamista ha sido capaz de reponerse a cada golpe asestado por las fuerzas israelíes, y «cada comandante o dirigente preso o muer- to es sustituido por otros inmediatamente», todo ello frente a una de las maquinarias militares más poderosas del planeta.

A pesar de todo, el escenario futuro no seguirá el guión de los halcones de Israel. Por un lado la capacidad de regeneración del pueblo palestino y de movimientos como Hamas se ha demostrado constantemente. Por otro, el apoyo de Tel Aviv a la política colaboracionista y corrupta de Abbas acabará siendo la puntilla para un movimiento como Al Fatah, al que algunos consideran «en situación terminal». Sin un programa político reconocible, sin una dirección legitimada, fragmentada y corrupta, como bien señalaba un militante de Al Fatah en Ramallah, «mientras nos estamos desintegrando, Hamas espera a que esto ocurra. Tenemos unos dirigentes que no podemos reemplazar y unas bases que no podemos satisfacer».

Además, el acercamiento de Abbas a Israel le hace ser percibido cada vez más como un claro colaboracionista de la ocupación, algo que la mayor parte de la población palestina rechaza con contundencia, como todos los pueblos sometidos y ocupados en otras partes del mundo.

El proyecto fundamentalista y sionista que representa el Estado de Israel ha abierto nuevamente «las puertas del infierno» tras su ataque contra Gaza, pero esa dinámica genocida puede acabar volviéndose en su contra, y ese fuego y dolor que tan alegremente lanza contra Palestina puede quemar el propio proyecto sionista.

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