Iratxe FRESNEDA
La bella persona, una de mis favoritas
Siempre es difícil escoger, y más si te piden que lo hagas.No es que me importe demasiado hacerlo, pero en este caso supone dejar de lado a unas cuantas películas que probablemente recordaré durante algún tiempo, no más.
La vida tiene sus etapas y cada uno de nosotros las vive a su manera, como podemos más bien. Pero estoy segura de que, si hablamos de la adolescencia, tendremos más en común de lo que pensamos. En mi caso recuerdo que vivía lo que me sucedía con mucha intensidad, como si el mundo fuera a acabarse al día siguiente. Ese recuerdo, ahora, me llena de vitalidad y de cansancio al mismo tiempo.
Para hablar de la adolescencia, si se desea conseguir un resultado interesante e intenso, una ha de ser honesta (esto supone reconocer el acné en propio rostro) y algo idealista. El cineasta francés Christophe Honoré lo consiguió, me encandiló con «La bella persona», con su retrato de los amores y desamores adolescentes que tanta carga de profundidad albergan. En la película demuestra que se pueden contar historias auténticas, maravillosas, mediante un estilo que no tiene porqué caer en estridencias y que puede ser poco pretencioso. El despertar del amor en la adolescencia y todo lo aquello conlleva, hasta sus consecuencias más trágicas, brillan en la fantástica adaptación que hace de la novela «La princesa de Cléves» de Madame de La Fayette. A través de una realización elegante, la película invita a seguir a sus protagonistas fuera del cine, aunque sus historias tengan fin en la cinta. El amor surge por las esquinas y desaparece también en ellas. La vida fluye y sus personajes nos contagian de una energía que sobrepasa la pantalla. Puede que, como el mismo director reconoce, ésta fuera la historia sobre adolescentes que siempre quiso rodar.
Así, el realizador de títulos como «Ma Mère» (2004) o «Les Chansons d'amour» (2007) ubicó la acción del largometraje en el París de nuestros días. Las aulas de un instituto le sirvieron para tejer una película sobre el amor consiguiendo demostrar la vigencia y la atemporalidad del libro (una historia de pasiones que transcurre en la corte de Enrique II de Francia donde una joven renuncia a su amor). Renunciar al amor puede ser una tarea dolorosa, pero siempre lo es aún más si el que debe hacerlo se cobija en una mente joven y soñadora. Los héroes románticos suelen acabar bastante mal, también durante la adolescencia, a pesar de que todo parezca fugaz, la espina duele. Divina adolescencia, esa que ya hemos pasado...