«El secretismo es la peor condena para quien de niño sufrió abusos»
En el año 2001, como él confiesa, «aquirió plena conciencia de haber sido una víctima del abuso sexual infantil». A partir de aquel momento decidió recuperarse él mismo, pero ayudar también a otros en su misma situación. Este barcelonés (1962) acaba de publicar «Los niños que dejaron de soñar»
Joseba VIVANCO
De adulto dio el decisivo paso de asumir que en su niñez fue víctima de abusos sexuales. Como él, se calcula que lo sufren una de cada cuatro niñas y uno de cada cinco niños. Desde que lo asumió, esa denuncia se ha convertido en su particular cruzada. En 2004 escribió «Cuando estuvimos muertos''. En noviembre pasado vio la luz ``Los niños que un día dejaron de soñar'', y que presentó recientemente en Donostia de la mano de la Asociación de Gipuzkoa de personas que han sufrido abusos sexuales (www.gasje.org), una de las dos entidades vascas de este tipo; la otra, la bilbaina Avasi (www.avasibilbao.org).
¿Con qué sueñan los menores víctimas de abusos sexuales?
Muchos suelen decir que soñaban con que alguien les librara de lo que estaban viviendo. Pero no siempre es así. Yo, por ejemplo, tenía verdadero terror a que me descubrieran. No es que no quisiera que aquello terminara, sino que me sentía culpable, cómplice... es como si creyera que al descubrirse, todo mi mundo se vendría abajo. Eso no es extraño cuando hablamos de un abuso intrafamiliar, y más en mi caso, que se trataba de mi padre. Un niño piensa que su familia le salvará y le protegerá de cualquier peligro, pero si el peligro es la propia familia. ¿Quién te salvará?
¿Y con qué sueñan cuando llegan a adultos?
Supongo que cada cual tendrá sus sueños, aunque la mayoría no se corresponden con algo alcanzable o real. Mis abusos, sin haberlos olvidado, estaban escondidos en algún rincón de mi mente. Jamás pensaba en ello. Es como si nunca hubieran existido. Sin embargo las secuelas sí que existían, y eran muchas. Esta desconexión hacía que no pudiera relacionar mis problemas con el pasado y, en consecuencia, no pudiera hacer nada para solucionar dichos problemas. Mis sueños, como toda mi vida, estaban distorsionados por la incapacidad de reconocer la realidad que estaba viviendo. Esto creo que puedo hacerlo extensible a una buena parte de personas que padecieron este tipo de abuso.
¿Y con qué sueña hoy Joan Montané?
Lo que yo soñaba hace unos años no tiene nada que ver con lo que sueño ahora. El punto de inflexión se produjo el día en que revelé por primera vez que sufrí abusos sexuales por parte de mi padre. Tenía entonces 38 años. Creo que antes soñaba mucho, quizá porque la realidad me ofrecía un panorama demasiado gris. Las cosas que deseo, hoy en día no las sueño; las persigo. Unas se logran, otras no, pero lo que realmente importa es la lucha, el camino, y mucho menos la meta o el objetivo. Es un error invertir los conceptos; la gente siempre le presta mucha más atención a la gota que colma el vaso y se olvida de todas las gotas que hicieron falta antes para llenarlo.
Éste es su segundo libro, donde aborda las secuelas de quienes han pasado por una experiencia como la suya propia. ¿Llegan a curarse, si es que podemos usar esta palabra?
Es una de las preguntas más lógicas que cabe hacerse. Mi respuesta siempre es la misma. El primer paso hacia la curación empieza por romper las barreras del silencio y del secreto. No es fácil, y cuando es un abuso intrafamiliar, los obstáculos pueden ser importantes. Sin embargo, siempre debemos tener presente que nosotros no tuvimos ninguna culpa y quien nos agredió la tuvo toda. A partir de ahí, que cada cual asuma sus responsabilidades.
¿Y ya está?
No. Los siguientes pasos pueden ser la búsqueda de ayuda especializada. Entre ellos los grupos de ayuda mutua, tanto reales como los que ofrece, por ejemplo, la asociación GASJE, como virtuales, en el ForoGAM. También un sicólogo puede ser de gran ayuda, pero no todos tienen la suficiente preparación en este aspecto. A veces me preguntan si esto se puede superar por completo. Yo creo que depende de muchos factores, pero, en general, diría que podemos vivir con ello, incluso podemos vivir bien.
¿Son las secuelas sicológicas las que más duelen?
Son las más numerosas, las más duraderas y las que afectan a más personas. Las secuelas físicas suelen desaparecer con el tiempo, en cambio las sicológicas pueden acompañarte toda la vida, y algunas de ellas pueden ser realmente graves. Pueden llevarte a todo tipo de adicciones, a la depresión e, incluso, al suicidio.
¿El suicidio es una salida real?
Respecto a esto hice una encuesta en ForoGAM. La pregunta era quién se había intentado suicidar, es decir, no quién lo había pensado, sino quién lo había llevado a término. El resultado, debo decir, que me sorprendió incluso a mí. Con una participación cercana a las 200 personas, el resultado fue de un 60% que lo había intentado una o más veces y un 40% que no lo había intentado nunca. Cuando escuchamos que un niño o un adolescente se ha suicidado porque saca malas notas o por cualquier otro motivo que no parece tener demasiado peso, podemos pensar que detrás de muchos de estos casos está el abuso sexual. Como decía antes, tenemos tendencia a darle más importancia a la gota que colma el vaso.
En su libro aborda también las secuelas familiares. ¿Cómo se encaran?
Ya hacía un breve apunte anteriormente. Las secuelas familiares, demasiadas veces, se encaran no encarándose. La mayoría de las personas que padecieron abusos intrafamiliares prefieren mantener el silencio pensando que de nada sirve contarlo ahora, que harían daño a terceras personas o cualquier otra excusa para justificar ese silencio. Con ello no quiero decir que los problemas no surjan si lo revelamos. Al contrario. No es nada extraño que la familia, en vez de apoyarnos, adopte posturas ambiguas o incluso se posicione claramente contra nosotros. Ésa es la realidad. Pero aún así debemos enfrentarnos a ello.
Es duro lo que afirma sobre la falta de respaldo familiar...
Si se hiciera una encuesta entre familias que no han padecido esta lacra, casi el cien por cien te diría que lo primero es el niño o el adulto que lo sufrió y que lo apoyarían sin condiciones. Pero la realidad nos demuestra que este casi cien por cien es absolutamente ficticio. No tengo estadísticas en este sentido, pero las familias que apoyan incondicionalmente a quien fuera la víctima es una minoría.
¿Es el secretismo la peor carga que sobrelleva alguien que ha sufrido estos abusos sexuales?
Indudablemente, como ya se ha ido viendo, el secretismo y el silencio se han convertido en nuestra condena, muchas veces perpetua, por un crimen que no cometimos. Es exactamente así: primero debemos aceptar y asumir que en nuestra infancia alguien abusó sexualmente de nosotros y que ello nos ha reportado toda una serie de secuelas; después, debemos romper ese silencio. De lo contrario, tenemos pocas posibilidades de tener una existencia digna.
Usted se refiere en sus libros a «personas supervivientes» a este tipo de abusos. ¿Hasta qué punto lo son?
Muchas veces se habla de nosotros como víctimas. Es un término que utilizo poco, y cuando lo hago es en pasado. Por lo que a mí respecta, yo no soy ninguna víctima, y si lo soy, lo seré de mí mismo. Sí es cierto que en el pasado fui víctima de mi agresor, pero eso es algo que puedo y debo cambiar. Jamás volveré a quedarme en esa posición de víctima que reclama permanen- temente un resarcimiento imposible a no se sabe quien.
¿De ahí lo de «supervivientes»?
El de superviviente es un concepto más adecuado, aunque tampoco ideal. Desde luego sobrevivimos a una dura prueba, y eso ya es mucho. No todos lo logramos. Sin embargo, sobrevivir me transmite un poco un mensaje de limitación; es como si no pudiéramos optar a vivir con absoluta plenitud. Habrá que inventar otro término.
ForoGAM es un foro en internet, impulsado por usted, donde poder contar lo que de otra manera no se haría. ¿Qué les ha descubierto esta herramienta?
Piense que para mucha gente es una tarea casi imposible enfrentarse a alguien para decirle que sufrió abusos; ni tan siquiera a su sicólogo. Encontrar un lugar donde puedes escribir y compartir tus experiencias con personas que han pasado por lo mismo, y, además, poder hacerlo desde el anonimato, es una posibilidad que muchos sobrevivientes pueden asumir. Para muchos ha supuesto ver el cielo abierto. Este primer paso es el que conducirá a los siguientes. Algunos incluso han llegado a salir por televisión, a escribir libros y a colaborar en entrevistas, como hago yo ahora.
«La realidad nos demuestra que las familias que apoyan a quien fue la víctima de abusos sexuales en su infancia son una minoría»