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ANÁLISIS Situación postelectoral Cachemir

Una nueva fase en Cachemira

La lucha por la libertad y la autodeterminación en Cachemira afronta una nueva fase tras las últimas elecciones, calificadas por India de «nuevo triunfo de la democracia». El movimiento independentistas debe buscar nuevas vías de protesta e impulsar el movimiento iniciado en verano.

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Txente REKONDO Gabinete vasco de Análisis Internacional (GAIN)

Estos días se han celebrado las elecciones a la Asamblea local de Jammu&Kashmir, de donde saldrá el Gobierno local para los próximos seis años. Pero más allá de la dinámica electoral teledirigida por India, cabe resaltar el reordenamiento que se ha producido dentro de la lucha independentista cachemir. Si la decisión del JKLF de tomar las armas contra el Ejecutivo indio en los años 80 supuso un impulso determinante para la lucha cachemir, unos años más tarde, y sobre todo gracias a maniobras orquestadas desde Pakistán (con el apoyo de EEUU), apareció en escena el movimiento yihadista, como pieza para debilitar el auge de un movimiento laico y progresista como el JKLF. Aquello supuso la internacionalización de la lucha, con la participación de grupos locales y la presencia de combatientes de otros países, haciendo de Jammu&Kashmir uno de los focos de la actividad armada yihadista en el mundo.

Sin embargo, las protestas populares de este verano, en las que se ha optado por la desobediencia civil, han recuperado su carácter netamente local. Esos meses la población cachemir lanzó un mensaje claro a India y a Pakistán: «Independencia y libertad para Cachemira». Algunos analistas han visto cierta similitud en esta nueva fase de la lucha cachemir con la intifada palestina. Una protesta de naturaleza pacífica, sin una dirección muy marcada y con la participación de amplios sectores de la sociedad que han ido asumiendo un cierto papel dirigente y han forzado a que los tradicionales líderes independentistas a posicionarse en torno a esas movilizaciones.

La estrategia india se ha caracterizado por la represión y la búsqueda de fuerzas colaboracionistas locales. En ese sentido, hay que entender toda la maquinaria desarrollada en Jammu&Kashmir, donde el papel de los gobernadores es promover y velar por los intereses indios, al tiempo que Cachemira es tratada como una colonia, donde las tropas militares y policiales actúan con total impunidad. Todo, con la inestimable colaboración de fuerzas políticas locales sumisas al mandato india y prestas a disputarse las migajas de poder que Delhi les da.

Los diferentes gobiernos de India han promovido una división de facto de la parte de Cachemira que ocupan. Así, la región del Valle de Kashmir es mayoritariamente musulmana, mientras que en Jammu hay zonas musulmanas pero en otras el peso mayoritario recae en las comunidades hindúes. Y la región de Ladakh está dividida en los distritos de Kargil y Leh, uno musulmán y otro budista.

Los resultados electorales han evidenciado esa partición. Los partidos musulmanes han vencido en los distritos de mayoría musulmana y lo mismo ha sucedido con los hindúes.

La campaña ha estado caracterizada por el llamamiento al boicot de las fuerzas independentistas, los esfuerzos indios por dar una «imagen de normalidad» y la participación de partidos locales dispuestos a seguir beneficiándose de la situación de Cachemira. En este sentido, el escenario electoral se ha caracterizado por cumplir un guión muy al uso en países como Turquía otros no tan lejanos. La militarización ha sido una de las características, con la Policía disolviendo cualquier manifestación pacífica favorable al boicot.

A ello hay que añadir las detenciones de la mayoría de dirigentes independentistas (encarcelados o bajo arresto domicilia- rio) y los toques de queda decretados o ejecutados extraoficialmente. Es evidente que el Estado indio ha puesto en marcha toda su maquinaria para lograr esa imagen de «normalidad».

Los resultados electorales abren un abanico de interpretaciones. Más allá del reparto de escaños, la participación de cerca del 60% ha sorprendido a la mayoría. Los concurrentes a las elecciones (con escasas diferencias de fondo) han sabido dar centralidad a los temas diarios que preocupan a la mayoría de la población local. Las promesas de empleo para una población joven con pocas expectativas laborales pese a su preparación, el acceso a los servicios básicos, o como recogía un lema local: «Sadak (carreteras), Pani (agua), Bijli (electricidad)».

La lectura que desde India se hace es que «la democracia ha triunfado nuevamente en Jammu&Kashmir», equiparando malintencionadamente las elecciones a la Asamblea local con una especie de referéndum de autodeterminación. Sin embargo, eso no es cierto y muchos se preguntan ¿por qué estos defensores de la democracia se niegan entonces a conceder nuevamente la palabra al pueblo para que decida libremente su futuro?

Y es ante ese escenario donde afloran los miedos y temores de India. La autodeterminación, e incluso la independencia, de Cachemira tendría efectos directos sobre otros movimientos independentistas en el noreste y también en el avance espectacular del movimiento naxalita, lo que pondría contra las cuerdas el actual proyecto indio.

Una Cachemira independiente se percibe como un riesgo para la supremacía india en Asia. Un realineamiento regional podría situar a India entre dos nuevos bloques, el musulmán (Pakistán, Afganistán y Cachemira) y el «chino» (Myanmar, China y Nepal), debilitando la posición india en la escena internacional.

El movimiento independentista cachemir también ha tomado nota del resultado electoral. Una primera valoración remarca la necesidad de recuperar e impulsar el movimiento iniciado en verano, conscientes de los altibajos de su lucha. Presentar la participación como un sonoro fracaso de las fuerzas independentistas sería un error de bulto. En algunas partes de Cachemira, ésta apenas ha llegado al 20%, y tras la euforia electoral vendrán largos meses en los que las promesas de la clase política colaboracionista se volverán a incumplir, aumentando el rechazo popular hacia esas estrategias.

La movilización popular, la búsqueda de nuevas vías de protesta son algunos retos que afronta el movimiento independentista cachemir.

La lucha por la libertad no ha cesado en Cachemira. Ya en el pasado, los mongoles, afganos, sikhs o dogras, intentaron conquistarles y dominarles sin lograrlo. Difícilmente podrán indios y paquistaníes doblegar las aspiraciones de cachemira en el futuro. Una Azadi (libre) Cachemira, con la libertad y el derecho de autodeterminación como pilares básicos, es la única fórmula pausible para lograr estabilidad y paz en la región.

La comunidad internacional debe respaldar las justas aspiraciones cachemires e India debe comprender que la época del bilateralismo (rechazando la participación de terceros actores) ha fracasado. Si la población de Cachemira no toma parte activa en el proceso de paz, éste no podrá culminar. Y a quienes anticipan caos y violencia en una futura Cachemira independiente, recordarles que durante siglos las diferentes culturas y religiones han convivido de forma pacífica y armónica, una situación definida como «kashmiriyat», vigente hasta la ocupación y disgregación de Cachemira.

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