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CRíTICA cine

«Flame y Citron»

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Mikel INSAUSTI

Se ha dicho que «Flame y Citron» es la película más cara del cine danés, pero su presupuesto no excede de los seis millones de euros, cifra que dentro de la proverbial austeridad nórdica puede ser considerada como un auténtico derroche. Nada más lejos de la realidad, ya que esta obra maestra, en mi opinión superior a todas las que se han hecho sobre la Resistencia, sobresale en lo ajustado de su inversión a un concepto del cine espectáculo sometido al peso de la reflexión histórica.

Madsen aprovecha las enseñanzas del movimiento Dogma para aplicar la desnudez de la puesta en escena a un realismo inteligente, que es expuesto con valentía y enfrentado al mito de los héroes patrios con todas las consecuencias que se puedan derivar de esta decisión.

La guerra siempre es sucia y nadie se libra de que la sangre le salpique, tampoco estos dos legendarios combatientes. Precisamente, por su condición de milicianos, se ven envueltos en unas intrigas más propias del mundo del espionaje, en función de turbios intereses políticos que les superan, y que les acabarán costando la vida. Son dos sencillos hombres de acción condenados a morir en la lucha, sin ver el día de la Liberación. La postura de Madsen es muy crítica con respecto al papel jugado por la Resistencia en Dinamarca, ya que presenta las figuras de dos activistas que combatieron a los nazis y a los colaboracionistas por su cuenta y riesgo, dejando sentado que el movimiento rebelde estuvo desunido. Sus propios compañeros utilizaban el término «ilegales» para referirse a ellos y a sus métodos, que eran tan elementales como el eliminar a los miembros de las fuerzas de ocupación, y a cuantos les apoyaban, uno a uno. Y, si no llega a ser porque fueron traicionados por los suyos, casi consiguen alcanzar su objetivo. Las durísimas interpretaciones de Thure Lindhardt y Mads Mikkelsen reflejan su soledad y aislamiento, así como el vértigo de sus violentas existencias.

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