La crisis se instala hasta en las rebajas de enero
Sin tiempo para que los Reyes Magos regresen a Oriente -o para que en su defecto pidan asilo en la embajada de uno de los pocos países realmente no alineados que quedan-, llegan las rebajas de enero. Un lapso que los comerciantes utilizan para sacar género y a ser posible arreglar las cuentas del año, mientras los consumidores aprovechan para resarcir sueños de consumo o comprar aquello que antes no podían pagar. Una estrategia comercial anual que transcurre por los caminos que van de la necesidad al capricho. Pero este año ese camino se ha visto abruptamente cortado por un torrente que todo lo inunda: la sempiterna crisis económica.
Tras confirmar que los ricos también lloran pero apenas sufren, la desconfianza sobre el futuro atenaza ahora a quien más necesita esas rebajas. Se pide confianza al consumidor, pero además de los suelos lo único que se congelan son los salarios. Parafraseando la canción del cantante Joaquín Sabina titulada «Rebajas de enero», huyendo del frío la gente busca en las rebajas de enero, pero aquí ya resulta difícil hasta encontrar el amor verdadero. El estribillo de esa canción cuenta como ese amor verdadero se instaló para siempre en la vida del autor. En los tiempos que corren, lo único que se instala en la vida de los trabajadores, los marginados y los parados es, precisamente, la crisis.