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Anjel Ordóñez Periodista

Me acuerdo de Espartaco

El miércoles nos desayunábamos con la noticia de que casi el 95% de los contratos que los empresarios hacen firmar a los jóvenes son temporales. Hablaba este periódico de la precariedad laboral a la que están sometidos los menores de 25 años, de sus microscópicos sueldos, de jornadas perpetuas y de una formación escasa o nula en materia de seguridad laboral. Un chollo.

No extraña a quien firma la mezquina actitud de la patronal. Ni en éste, ni en otros casos. La empresarial es, ha sido y será -con honrosas excepciones- una especie social de querencias depredadoras, estructurada para lograr beneficios por encima de otras consideraciones y con muy limitadas nociones sobre justicia o igualdad social. Esperar que miren por el bien de los trabajadores, especialmente si son bisoños y endebles, es como meter la mano en la boca del león y pretender recuperarla.

Sin embargo, y aunque habrán adivinado hasta dónde llega mi aprecio por los explotadores, no está hoy en mi ánimo meterme con el empresariado. Habrá más ocasiones. Hoy el cuerpo me pide saña con los politicastros, porque si al patrón desalmado se le supone ruin, el que dicta las leyes siempre se reivindica a sí mismo ecuánime, defensor del débil, compensador de injusticias. Yo, al menos hasta donde me alcanza la vista, no veo en las poltronas más que una grosera prolongación de las clases dominantes que, una reforma laboral tras otra, han disfrazado de medidas de apoyo al empleo lo que sólo ha sido una derrama constante de dinero público hacia los bolillos de los patrones. Y éstos, claro, no han dudado en aprovechar las ayudas y subvenciones oficiales para disparar el empleo precario, ni en hacer uso indiscriminado del despido barato para no mermar sus indignos beneficios en estos estos tiempos de vacas flacas que corren. Menudos son.

Éste es el panorama que disfrutamos y que no mejorará en mucho tiempo: paro, explotación, miseria. Me acuerdo de Espartaco, el esclavo tracio que lideró aquella audaz rebelión que hizo temblar a los amos del mundo.

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