Quien caga, paga: un banco de ADN canino puede ser la solución a los excrementos de perro
Hace 15.000 años que el ser humano domesticó al perro. Pero en este tiempo el ser humano ha sido incapaz de «domesticarse» a sí mismo para que las heces de sus canes no ensucien jardines y vías públicas. El novedoso Registro de ADN canino de la UPV-EHU podría ser la solución.
Joseba VIVANCO
En la localidad alavesa de Artziniega, de unos 2.000 habitantes, lo han intentado casi todo en su particular guerra contra los excrementos de perros en sus calles, plazas y zonas verdes. Una batalla cívica similar a la que libran en cualquier otro municipio vasco. A pesar de las campañas de concienciación, de los bandos, de los expendedores de bolsas... sigue habiendo propietarios que creen aquello de que la calle es suya. Pero parece que esta vez el defecar se va a acabar, parafraseando un eslogan publicitaria. Y será así si se concreta la idea que baraja uno de sus concejales, veterinario de profesión, de analizar el ADN de cada animal censado. Y una vez obtenido, ya saben, quien caga, paga.
La idea no es nueva, pero sí que se presenta ahora al alcance de los ayuntamientos vascos que no saben cómo terminar con estas deyecciones tan molestas que bombardean las vías públicas. El Banco de ADN de la UPV-EHU, ubicado en la Facultad de Farmacia del campus gasteiztarra, acaba de poner en marcha un particular Registro de ADN canino, en el que ya acumulan el perfil genético de unos trescientos canes.
La historia comienza hace unos años cuando los investigadores de este área, encabezados por la genetista Marian M. de Pancorbo, recibieron un curioso encargo judicial: analizar el pelo de un perro hallado en el escenario de un delito. Aquello fue el embrión de la iniciativa que hace pocas fechas vio su puesta de largo durante la Semana de la Ciencia celebrada en diciembre.
El Banco de ADN de la UPV-EHU era conocido hasta ahora por realizar, entre otros cometidos, pruebas de paternidad biológica o estudios sobre genética, aunque su día a día se focalice sobre todo en la investigación y diagnóstico de enfermedades neurodegenerativas. Pero su anuncio de un Banco de ADN canino -incluso felino-, cosechó un éxito rotundo entre quienes se acercaron a su stand en Gasteiz durante esa semana científica. Tanto, que unos trescientos escolares llevaron saliva de sus mascotas y gracias a ello ya se cuenta con un primer registro genético perruno.
Un poco de saliva
¿Para qué el ADN de una mascota? Principalmente para realizar diagnósticos de paternidad o verificación de pedigrees. Un veterinario vasco ya se ha dirigido al Banco para pedir precio para unas cincuenta muestras que, periódicamente, se ve obligado a enviar a unos laboratorios zaragozanos.
Otra aplicación puede ser la identificación del animal en caso de pérdida o robo; también en caso de que el can provoque algún daño. Incluso, puede responder a un capricho personal. Sólo hay que ponerse en contacto con el Banco -bancoadn@ehu.es o en el 945 013045-, se le envía un sencillo kit para depositar saliva del animal, y por correo postal, en dos semanas, se le devuelven los resultados y una especie de `título' en papel, con el perfil codificado de la mascota. Y todo por unos 45 euros.
Pero en lo que no habían pensado seriamente era en que este registro actuara como una especie de CSI contra las cacas caninas. Desde la localidad valenciana de Paterna recibieron la llamada de una asociación de vecinos, interesados en esta fórmula como solución al problema de las deyecciones caninas. «Nos sorprendió mucho», reconoce la propia directora del Banco de ADN.
Sorpresa y una vía por explorar que puede ser la solución a una cuestión que quita el sueño a cualquier responsable político municipal. Dicho y hecho, Joselu de Valle, veterinario en la localidad de Amurrio y concejal en el cercano ayuntamiento de Artziniega, ya ha contactado con el equipo de Marian M.de Pancorbo.
La tentadora idea pasaría por tomar una muestra de saliva de cada ejemplar en el momento de su vacunación y registrar su ADN. A partir de ahí, enviar una muestra de los excrementos que se encuentren en la vía pública y castigar al dueño del animal responsable. Los 45 euros de cada análisis genético serían menos si la petición de pruebas fuera al por mayor. El cotejo de la muestra de excremento con el registro sería más barato. Teniendo en cuenta que la multa puede superar los 30 euros, la amortización para el Ayuntamiento será rápida. Y lo que es seguro es que ningún incívico propietario quedará sin sanción. Eso, si a alguno no le ocurre alegar reticencias éticas para impedir que a su perro se le analice el ADN.