Ayer se hizo pública la enésima revisión a la baja en las previsiones económicas para los próximos años, en esta ocasión con el ámbito europeo como sujeto del análisis. El comisario de Asuntos Económicos de la CE, Joaquín Almunia, insistió en que el fuerte impacto de la crisis «en todos los estados» retrasará el inicio de la recuperación hasta al menos finales de 2010, y matizó que la economía española tendrá que esperar todavía un año más, puesto que el fuerte bache de la construcción -más bien socavón- es más difícil de salvar que el resto de las estructuras productivas.

Tampoco descubrió Almunia nada nuevo cuando aseguró que esta coyuntura de profunda recesión traerá un incremento del paro en Europa, que se prevé alcance el 9,5%, aunque también en este capítulo advirtió una excepción: en el Estado español se duplicará el porcentaje hasta rozar el 19% en 2010. Y, como no podía ser de otra manera, no tardó en salir a la palestra el ministro de Economía español, Pedro Solbes, para poner en duda los datos que manejan en Bruselas y calificarlos de exagerados. El PSOE trata así de salvar en lo posible los muebles ante una cifra arrasadora para la popularidad del Gobierno: uno de cada cinco ciudadanos del Estado español estará en paro antes de dos años.

Por su parte, el lehendakari Ibarretxe, como Solbes, también se esforzaba en lanzar mensajes de optimismo y afirmaba que «Euskadi ha sido la última en entrar en la crisis y será la primera en salir de ella». Una afirmación muy discutible en ambas partes de su enunciado, pero a la que no se le puede negar un elevado mérito propagandístico en plena campaña. Cabría recordarle al lehendakari una frase reciente del catedrático de Economía Aplicada de la UPV-EHU, Roberto Velasco, tan contundente o más que su brillante máxima electoral: «Si la economía española va bien, aquí vamos mejor; pero si va mal, la nuestra va peor», poniendo negro sobre blanco la extremada dependencia que la economía vasca tiene con respecto a la española.