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El sueño roto de la vivienda unifamiliar en las afueras

«Revolutionary Road»

Sam Mendes vuelve a mostrar las interioridades del estilo de vida estadounidense, mirando hacia los años 50, cuando la aspiración de la clase media empezó a ser el tener una casa con jardín. Para ello, adapta la aclamada novela de Richard Yates «Revolutionary Road», que le puede valer a su mujer, la actriz Kate Winslet, el ansiado Oscar tras cinco nominaciones fallidas. Su reunión con Leonardo DiCaprio, 11 años después de «Titanic», ha de servir de golpe de efecto.

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Mikel INSAUSTI | DONOSTIA

Sam Mendes, a la sazón casado con la actriz Kate Winslet, ya había escudriñado en las vidas de las familias instaladas en las urbanizaciones residenciales con «American Beauty». Por su parte, ella también había interpretado a una mujer perteneciente a ese tipo de comunidades en la reciente «Juegos secretos». En ambos casos se trata de visiones actuales de dicho modo de vida, sin el sentido retrospectivo que tiene «Revolutionary Road», que está más cerca de la época y del ambiente descritos en «El nadador», la magnífica película dirigida por Frank Perry con la colaboración del maestro Sydney Pollack y el protagonismo de Burt Lancaster.

La idea del hombre que recorría un lujoso barrio, yendo de piscina en piscina, estaba sacada de un relato corto de John Cheever. Este escritor es representativo de la misma generación de Richard Yates, el autor de «Revolutionary Road», que publicó la novela en 1.961, cuando escribía discursos para el presidente Kennedy. Nadie como él ha descrito lo que era a mediados del siglo pasado la prosperidad de la clase media norteamericana, y la amargura existencial que se ocultaba detrás de su superficial y aparente confort.

Estilo de vida estadounidense

La presente adaptación cinematográfica de «Revolutionary Road» nos permite descubrir el origen, hace cincuenta años, de un estilo de vida típicamente norteamericano que se ha extendido después por el resto de la sociedad occidental, hasta nuestros días. En los 50 surgió el sueño de la vivienda unifamiliar en las afueras, con su jardín y el obligado seto de separación entre vecinos. Ya entonces, Richard Yates supo atisbar los inconvenientes que semejante modelo de convivencia planteaba. La cuestión era, como ocurre también hoy en día, que todo se basaba en la necesidad de un buen sueldo para mantener el poder adquisitivo familiar. Aquellos hombres y mujeres se enfrentaron por primera vez al vacío de sus existencias, supeditadas a conseguir un «status» económico mediante el cual asegurar el bienestar material de sus descendientes. El fallo principal consistía en que todo resultaba muy uniformado, y, si las casas se parecían unas a otras, también los trabajos de ellos en grises edificios de oficinas y la rutinaria dedicación doméstica de ellas.

Yates fue un tanto cruel al elegir para su libro una pareja distinguida, que pasaba por ser un poco la envidia de sus vecinos. El mero hecho de destacar, en unos papeles que se adecuan al natural atractivo de Kate Winslet y Leonardo DiCaprio, hace que el grado de frustración resulte finalmente mayor para el contrariado matrimonio. El sentirse envidiados les lleva a creerse su historia de familia ideal, hasta que se despiertan del sueño y comprenden que están atrapados en un mundo de apariencias. La única salida para ellos es huir, mudarse al glamuroso París, pero la realidad no les deja ver materializados sus más íntimos deseos. Un aumento de sueldo para él, junto con el embarazo de ella, les atan para siempre a su anodino y previsible futuro cotidiano. Llegados a tan castrante punto de no retorno se desata la locura, más fruto de la desesperación que de otra cosa, y, ni el alcohol o las infidelidades, sirven de refugio momentáneo para evitar el trágico desenlace que les espera. El desafío para la realización de Sam Mendes es captar el profundo dramatismo de la novela.

ATRAPADOS

La pareja protagonista está atrapada en un mundo lleno de convenciones en el que sueñan ya sin esperanzas. Dramáticas consecuencias se acaban derivando de las mentiras y las autodecepciones.

Kate Winslet acaricia el oscar

La actriz británica Kate Winslet empieza a ser considerada como la digna sucesora de Meryl Streep, y cada vez parece estar más cerca de obtener un Oscar, dada su condición de habitual nominada. Este año cuenta con dos opciones, tal como se ha dejado entrever en la entrega de los Globos de Oro, al hacerse con el de Mejor Actriz Principal por «Revolutionary Road» y el de Mejor Actriz Secundaria por «El lector». De confirmarse las previsiones más optimistas estaríamos hablando de su consagración interpretativa a los 33 años, gracias a una carrera muy bien llevada desde sus inicios a una edad joven que le ha permitido madurar con el suficiente recorrido generacional. La conocimos hace quince años, cuando Peter Jackson la descubrió en «Criaturas celestiales», en uno de esos papeles extremos que no se olvidan a pesar de los años. Sus facciones clásicas, acompañadas de un físico rotundo, la iban a convertir pronto en una de las interpretes más cotizadas dentro de las películas de época. Ang Lee así lo entendió cuando la eligió para «Sentido y sensibilidad», lo que facilitó el camino a James Cameron, que encontró en ella a la pareja perfecta para Leonardo DiCaprio, triunfando con «Titanic» a los 21 y 22 años, respectivamente. La repentina cotización comercial no deslumbró a la Winslet, que prefirió refugiarse en el buen cine con títulos tan arriesgados como «¡Olvídate de mí!» y «Descubriendo Nunca Jamás». Pero quien mejor la dirige es, como no, su marido Sam Mendes. M. I.

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