Martin Garitano Periodista
Alarde de fuerza en vano
El Estado español ha vuelto a acreditar su fortaleza. El despliegue de agentes dedicados al espionaje político, la simbiosis entre el poder ejecutivo y sus elementos subordinados en el judicial y la docilidad de los principales medios de comunicación, incrustados en las caravanas de Garzón para barnizar de normalidad lo que en democracia debiera denunciarse como anómalo, han vuelto a funcionar.
Pérez Rubalcaba, Garzón y Balza han vuelto a demostrar ante todo el mundo que, conjurados como los mosqueteros de Alejandro Dumas, su fuerza frente al independentismo vasco es brutal.
Ha quedado claro que el Estado es una maquinaria bien engrasada a la hora de ejercer el monopolio de la violencia contra quienes pretenden deslegitimar ese monopolio dirigido sólo a sustentar el actual status quo.
Una vez más el Reino de España ha movilizado a su soldadesca y le ha facilitado la cobertura legal para embestir contra quienes pretendían defender la opción independentista en las urnas. No es difícil cuando se tienen las tropas que ellos levan y la cobertura legal que ellos mismos redactan y aprueban. Pero hay que reconocer que es eficaz.
Hoy más ciudadanos vascos han visto asaltadas sus casas y encadenados a sus familiares. Hoy son más los que han comprobado cómo se enfrentan fusiles contra votos. Y hoy son más, sin duda, los que pueden comprobar que confrontar ideas contra brutalidad resulta muy caro.
Se impone, sin embargo, una reflexión que oponer al desestimiento. El Estado es capaz de las mayores brutalidades para tratar de cortar el paso a una idea emergente que pone en riesgo la estabilidad de su régimen; no desecha el empleo de cualquier instrumento a su alcance (recuerden el GAL, la política de aplastamiento contra los prisioneros, la clausura de medios de comunicación, la tortura, la utilización de la droga contra la juventud rebelde...). Se trata de conducir al movimiento independentista a una lobera de la que no pueda salir. Pero tiene puntos débiles.
La fuerza bruta está de su lado, pero no la razón. Podrán desatar su ira alocada, pero no harán desistir a quienes tienen la fuerza de la razón. Podrá Garzón volver a encabezar mil y una caravanas del horror de Madrid a Euskal Herria, pero las ideas son nuestras. Y eso no lo encarcelan ni Garzón, ni Pérez Rubalcaba ni Balza. Nuestras ideas frente a su brutalidad. Partido ganado.