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La proliferación de festivales convierte las fechas en uno de los asuntos más arduos

Pablo CABEZA

El festival de Benicàssim tiene que recurrir a Oasis como cabeza de cartel, y ya es la tercera vez. Tampoco es problema, pues los hermanos Gallagher continúan con un buen discurso musical. La cuestión es otra, que los festivales están de moda -porque así lo quiere el aficionado- y que, en consecuencia, proliferan con una alegría que no tenía ni el fallecido humorista Eugenio. Moverse entre un mercado tan competitivo y repleto de trampas resulta cada vez más complejo para quien tiene la responsabilidad de programar y justificar la cuenta de resultados. En este estado de cosas, e incluso de caos -con las grandes bandas poco menos que en una postura tan chulesca y desproporcionada como los sueldos y primas de los futbolistas de élite- todo cabe y todo es posible. Incluso que a 29 de enero sólo se conozca un solo nombre del próximo Azkena. Bien se sabe que las empresas de este tipo de negocios pastillean la información para ser noticia cada poco tiempo y estar de actualidad casi permanente, pero la verdad es que suena muy pobre el anuncio de un solo grupo que, además, no posee el tirón ni la magia de unos Lynyrd Skynyrd, previstos en un principio, pero que, al parecer, no encajan en las nuevas fechas del festival. En cuanto al cambio de éstas, y sin pretender saber más que los organizadores, es cuestionable desde el lado del aficionado, pues en mayo una buena parte de los jóvenes están preparando los exámenes finales y, además, la primavera puede ser impredecible en Gasteiz en mayo. Con todo, es tal el volumen de festivales que hasta abril, con sus aguas mil, puede ser una opción.

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