El Nuevo Zorrilla pudo convertirse en un pequeño San Mamés, pero se quedó a medio camino. Recorrió su parte la afición rojiblanca que, como de costumbre, se desplazó en masa a la capital castellana y se dejó oír tanto, o más, como los seguidores del Valladolid. Pero el tramo correspondiente al equipo quedó casi inmaculado: pocos pasos dio hacia la victoria un Athletic al que, posiblemente, le pasaron factura los esfuerzos de las últimas semanas.

No faltaron la casta, la intensidad o incluso el famoso convencimiento que tanta importancia ha tenido en las últimas jornadas. Los bilbainos volvieron a darlo todo, sin escatimar esfuerzo hasta el último suspiro, pese a que el encuentro se les llegó a poner muy en contra cuando el Valladolid anotó el 2-0. Pero faltó la chispa con la que suele revolucionar los encuentros.

Algo de lo que, por otra parte, se encargó el árbitro. Tan malo, que ni siquiera perjudicó a uno de los dos rivales, repartió sus errores casi con rigor matemático. Inclinó un choque que marchaba muy igualado pitando un penalti de Iraizoz entre discutible e inexistente; intentó compensar con otro a Llorente directamente ficticio; y acabó comiéndose el único que posiblemente existió, por una carga sobre Ion Vélez.

Lamentablemente, el Valladodid sacó mayor partido: se adelantó con el primer penalti y, con el encuentro ya de cara, sentenció -aunque no pudo darlo por hecho hasta el pitido final- a la contra. Lo lamentó un Athletic que no pudo corresponder el esfuerzo de sus aficionados y que vio cómo el camino liguero a Europa volvía a encarecerse: el Málaga remontó, casi lo hizo el Deportivo, el Atlético celebró la llegada de Abel con goleada, el propio Valladolid superó a los rojiblancos y, en definitiva, la sexta plaza se sitúa ahora a seis puntos.

No era, evidentemente, la intención de un Athletic que saltó al césped como su rival, con la intención evidente de hacerse con la victoria. Ambos equipos buscaron la portería rival sin tapujos, aunque también sin demasiada claridad. Eso provocó que el choque resultase intenso, igualado, emocionante, pero sin acciones especialmente jugosas en las áreas. Álvaro Rubio, Víctor, Goitom o el omnipresente Jonathan Sesma protagonizaron las del bando local, mientras Ion Vélez y Llorente acaparaban las del lado rojiblanco.

Con el transcurso de los minutos, el choque empezó a perder ritmo, aunque no igualdad. De éso se encargó Paradas Romero, a sólo ocho minutos del descanso, cuando veía penalti en la caída de Jonathan Sesma ante la salida de Gorka Iraizoz. Víctor no desaprovechó la oportunidad y el Athletic tuvo que esperar a la reanduación para reaccionar, porque los últimos minutos del primer tiempo se esfumaron entre lesiones repartidas, como los errores arbitrales, por ambos bandos. Ustaritz y García Calvo fueron sustituídos y Javi Martínez no salió del vestuario tras el descanso.

Con los buenos recuerdos de las últimas remontadas aún calientes, el Athletic no renunció a su obligación y saltó al césped casi enrabietado. Sufrió un Vallladolid que vivió los primeros minutos de la reanudación encerrado en su parcela. Hasta que, al cuarto de hora, Sesma y Víctor allanaron definitivamente la senda. Corrió el primero a la contra por la izquierda, y remató el segundo, solo en el área, el 2-0.

Ni aún así se dieron por vencidos los rojiblancos, aunque necesitaron una ayudita para recortar diferencias. El ¿penalti? llegó esta vez por un supuesto agarrón de Nano a Llorente. Falló el ariete, enviando el balón al palo, pero entre Ion Vélez y Orbaiz arreglaron el desaguisado, anotando el 2-1.

Quedaba media ahora, pero al Athletic le fue costando cada vez más crear peligro, aunque Vélez, primero con un cabezazo y luego con un penalti -este sí- no pitado pudo haber variado el destino de su equipo.