Iñaki LEKUONA Periodista
Fíate de la familia
La FIFA Interactive Wold Cup 2009 ha llegado este fin de semana a Donostia. Hasta 128 jugadores han podido luchar por tener un hueco en la siguiente ronda del «Mundial de fútbol virtual».
En Quebec siguen ojopláticos. Se urgan los oídos con la uña del meñique como queriendo creer que lo que escucharon el otro día en París se debió a una acumulación insidiosa de cera. Pero no. Oyeron bien. Desde que De Gaulle lanzara aquello del «Vive le Québec libre», la República había mantenido una política de «no injerencia» pero a la vez de «no indiferencia».
Hasta esta semana, en la que Nicolas Sarkozy lanzó un «a mí ese rollo no me va mucho». No, no estaba borracho como cuando ofreció aquella rueda de prensa tras su reunión con Putin y no le llegaba el aliento etílico al pecho y balbuceaba incoherencias. No. El presidente estaba sobrio, o eso parecía, cuando en cuarenta segundos mandó a la mierda cuarenta años de relaciones con los francófonos del Quebec. En una ceremonia en la que concedía la medalla de la Legión de Honor al primer ministro federalista quebequés Jean Charest, Nicolas Sarkozy vino a decir de los soberanistas, eso sí sin citarlos, que son sectarios y que están encerrados en sí mismos y que promueven la aversión al prójimo, léase, al anglófono canadiense federalista.
Es bien sabido que cada vez que oye hablar de soberanismos en el hexágono a Sarkozy se le eriza el vello del sacro. Pero no, no es un principio de precaución frente a corsos, bretones o vascos la razón principal de las palabras del presidente, sino ésta: «Los quebequeses son hermanos y los canadienses amigos». Ahora que Francia, tras cuarenta años, vuelve a reintegrarse en la dirección de la estructura militar de la OTAN con dos comandancias, Sarkozy sabe que tiene que tranquilizar a todos sus amigos, aunque enfade a la familia.