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Ataque talibán contra sedes oficiales en el corazón de la sitiada Kabul

Mientras Barack Obama deshoja la margarita sobre su estrategia en el empantanado escenario afgano, la guerrilla talibán lanzaba asaltos suicidas contra las sedes de la Administración Penitenciaria y otros ministerios, como el de Justicia. Un portavoz talibán reivindicó los ataques en venganza por los malos tratos que sufren sus compañeros prisioneros y anunció más ataques similares. Kabul, cada vez más sitiada, está en estado de alerta máxima.

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La resistencia talibán mostró ayer su creciente audacia al lanzar asaltos simultáneos contra una serie de ministerios y organismos públicos en el corazón político de Kabul.

El balance provisional de estos ataques asciende a 34 muertos, ocho de ellos asaltantes, y 55 heridos, muchos de ellos civiles.

Todo comenzó con un doble atentado suicida en la entrada de la sede de la Administración Penitenciaria, en el norte de la capital. Dos kamikazes abrieron fuego contra la guardia de seguridad y trataron de abrirse paso al interior del edificio antes de hacer estallar las cargas explosivas que llevaban adosadas.

Simultáneamente, y en pleno centro de Kabul, otro grupo de asaltantes logró penetrar en el interior del Ministerio de Justicia, que fue rodeado por tropas gubernamentales.

El intercambio de fuego se saldó con la muerte de cinco miembros del comando. «Estábamos dentro de las oficinas cuando hemos oído una explosión», narró un empleado del Ministerio a la televisión privada Tolo. «Hemos salido pero en el hall había una gran confusión, con gente que disparaba a todo lo que se movía». Al menos dos policías murieron en el intercambio de disparos.

Fuentes oficiales aseguraron que el ministro de Justicia salió ileso del asalto, pero añadieron que permanecía oculto «por razones de seguridad».

Un octavo kamikaze fue abatido cuando trataba de penetrar a la sede del Ministerio de Educación Nacional.

Prisioneros talibán

Estos ataques fueron reivindicados en llamada telefónica a la agencia AFP por un portavoz de los talibán, Zabihullah Mujahid, quien aseguró que en total 16 kamikazes participaron en la acción y que los supervivientes estarían listos para recibir las órdenes de atacar nuevos establecimientos oficiales.

«Hemos atacado la sede de la Administración Penitenciaria y el Ministerio de Justicia en venganza por los malos tratos que sufren los prisioneros talibán». explicó.

Kabul, hasta hace poco uno de los pocos reductos que quedaban al Gobierno títere afgano, es escenario, en los últimos meses de ataques cada vez más frecuentes y audaces de la resistencia, señal de que la insurrección gana terreno cada día que pasa pese a la presencia de alrededor de 70.000 soldados extranjeros ocupantes. Esta ofensiva, que ya no distingue de estaciones y tiene carácter general y permanente, coincide con el relevo en la Casa Blanca y con las dudas de la Administración Obama sobre el camino a seguir.

El nuevo presidente de EEUU anunció en campaña su intención de reforzar el contingente militar estadounidense en Afganistán. Su secretario de Defensa, Robert Gates, anunció hace días la aprobación de un plan para enviar 30.000 soldados más.

Anuncio que fue congelado por la Casa Blanca, que anunció que tomará una decisión definitiva «en los próximos días». Quizás tarde en el reloj afgano.

Una nueva generación de combatientes contra los extranjeros

Dados por muertos a finales de 2001, los talibán se han reconstituido y han vuelto al centro de la escena, revitalizados con una nueva generación de combatientes movilizados contra los invasores.

«En Afganistán no ha sido nunca difícil alistar combatientes para hacer la guerra a los extranjeros, sobre todo si no son musulmanes», señala Waheed Mujda, antiguo responsable en el Gobierno talibán y autor de un libro sobre sus cinco años en el poder (1996-2001). Según este analista, los rebeldes son una mezcla de antiguos y nuevos combatientes. «El mensaje talibán es claro: Defended vuestro país contra la ocupación extranjera. Ello ayuda a reclutar a miles de nuevos combatientes, sobre todo en las zonas rurales». Las aldeas afganas no han visto un dólar de la supuesta ayuda extranjera. Sí han sufrido los bombardeos indiscriminados.

Los responsables occidentales describen una galaxia talibán dividida entre radicales islamistas, guerrilleros a sueldo y mafias y cifran en 20.000 hombres sus fuerzas. Waheed Mujda recuerda que a ellos habría que añadir otras fuerzas resistentes, como las que obedecen al histórico señor de la guerra Jalahuddin Haqqani o el movimiento Hezb-e-Islami, del ex primer ministro Gulbuddin Hekmatyar. Pero «los talibán son el principal grupo rebelde».

«Somos afganos», responde el portavoz talibán Jusud Ahmadi, cuando se le pregunta por supuestas bases de retaguardia en Pakistán. «Los talibán no han salido de una fábrica. Han surgido de esta sociedad y es esta sociedad la que les sostiene. Luchamos por nuestras creencias». GARA

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