No queremos más filmes pulidos y falsos, los preferimos ásperos pero vivos; no queremos más filmes rosas, sino del color de la sangre». Así concluía el manifiesto del New American Cinema Group, un conjunto de cineastas independientes neoyorquinos que, a finales de 1960, convertía en proclama su decisión de lanzarse a hacer un nuevo cine en oposición al que producía la maquinaria industrial de Hollywood. Cineastas como Jonas Mekas, John Cassavetes, Andy Warhol, Stan Brakhage o Shirley Clarke formaron parte de aquel movimiento contracultural, surgido en las antípodas de Hollywood (y de los esfuerzos anteriores de Maya Deren). De aquellos lodos neoyorquinos surgieron propuestas radicales que todavía hoy irrumpen con fuerza ante un modo de hacer cinematográfico algo adormilado. Audaces y creativos, sus obras rupturistas buscaban nuevos modos de representación a través de la experimentación formal. Como parte de este movimiento difícilmente definido y definible, Andy Warhol. Ilustrador, escaparatista y publicista en 1962 realiza las primeras serigrafías en tela con botes de sopa Campbells, para continuar después con los mitos que formaban parte del imaginario colectivo popular: Elvis y Marilyn, entre otros. Precisamente durante esta etapa de su vida se empieza a interesar por el cine como medio de expresión. Un interés similar al que sentía por la pintura, ligado a una visión mas bien «reproductiva» (ostenta el dudoso honor de rodar en un periodo de dos años casi dos películas por semana). Su obra es un particular homenaje a la historia del cine; desde la experimentación y la negación del cine narrativo y sus leyes de composición, el fundador de la Factory juega con el mudo y el sonoro, la cámara fija o los trucos montaje.

Sus primeras películas destacan por su minimalismo extremo. De ahí surgieron cintas como en «Sleep» o «Empire». «Sleep»(1963), muestra a un hombre dormido a lo largo de seis horas. «Empire» (1965) se limita a una toma fija del rascacielos Empire State Building desde el piso 44 del edificio Time-Life durante ocho horas.

Warhol también experimentó con la narrativa, y de ese juego surgieron «Tarzan and Jane Regained... Sort Of» y «Screen Tests». A pesar de su dudosa capacidad como cineasta, el inventor de la Factory dejó su impronta en el cine y ahora su secretaria y escriba Patt Hackett publica las memorias de aquellos turbulentos años sesenta, «Popism», que seguramente darán para más de un par de guiones.