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Ni se lo imaginaban, pero volverían a hacerlo

Hace cuatro años ni pensaban en ser parlamentarias. Pero, forzadas por la situación, salieron de la nada y sumaron nueve escaños. De su puesto de trabajo pasaron a la tribuna de oradores para comprobar que «no somos menos que el resto». Al preguntales si repeti- rían, gritan «no» por instinto. Pero enseguida les sale la militante que llevan dentro: «Bueno, si hiciera falta...»

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Iñaki IRIONDO

En el primer día de campaña de hace cuatro años empezó a hablarse de una extraña sigla: PCTV o EHAK; Partido Comunista de las Tierras Vascas o Euskal Herrialdeetako Alderdi Ko- munista. Con nocturnidad objetiva (lo de la alevosía que lo juzgue cada cual), el Tribunal Constitucional había confirmado el veto a Aukera Guztiak. La candidatura de Batasuna no había pasado ni el cedazo de la Junta Electoral y la «lista blanca» (así la llamaban sus perseguidores) se estrellaba contra los tribunales españoles. Aukera Guztiak había convocado al resto de candidaturas a una reunión, aunque la mayoría encontró algo más interesante que hacer. Sin embargo, de aquella cita salió una declaración que rompería todos los esquemas de precampaña y todas las encuestas pagadas a precio de oro: «Queremos ofrecer la oportunidad de votar a favor de los derechos civiles y políticos, por lo que ofrecemos nuestras listas electorales legales a toda la ciudadanía que comparte estos principios para que voten a favor de un nuevo modelo basado en la democracia y la paz». Quien así hablaba era Nekane Erauskin -cabeza de lista por Gipuzkoa-, en la primera rueda de prensa que dio en Bilbo acompañada de Karmele Berasategi y Maite Aranburu, candidatas por Araba y Bizkaia, respectivamente. Al día siguiente, Batasuna anunciaba que consultaría con sus bases qué hacer. El resultado fueron 150.644 votos, nueve escaños y un susto enorme para algunos dirigentes políticos y aquellos que hacían bromas con el nombre.

Cuatro años después, GARA se reunió en el local de Ezker Abertzalea de la Cámara autonómica con siete de sus nueve representantes. Julián Martínez -el único hombre del grupo- y Aiora Mitxelena no pudieron acudir a la cita por obligaciones profesionales. Itziar Basterrika, Ane Auzmendi, Aintzane Garate, Karmele Berasategi, Katalin de Madariaga, Maite Aranburu y Nekane Erauskin afrontan el encuentro en ambiente distendido. Nunca habían pensado en ser parlamentarias y ya han cumplido una legislatura.

Es momento de rebobinar y recordar cómo se metieron en esto. Nekane Erauskin asume el papel de portavoz: «Somos personas que trabajamos en diferentes ámbitos (sanidad, cultura, enseñanza) y fuimos conociendo que había un partido que nunca antes se había presentado y que quería concurrir a las elecciones autonómicas con el objetivo de hacer una campaña por un cambio social y por una solución al conflicto. Era un partido nuevo con poca gente y se fueron poniendo en contacto con personas de distintos ámbitos para ver se si podían hacer unas listas. La idea era hacer una campaña por el cambio social, pero al llegar la ilegalización de Aukera Guztiak hubo una reunión en la que nosotros dijimos cuáles eran nuestros postulados y Aukera Guztiak dijo que la gente que podía votarles a ellos podía coincidir con esos postulados. Entonces empezamos a hacer una campaña más fuerte, vimos la dimensión que podía coger eso. Cuando nos presentamos sólo pensábamos en incidir en la campaña. No creíamos que íbamos a salir parlamentarias».

Mujeres

Las propias características de la candidatura, y el hecho de que nadie pensara en que iba a ser elegido, hizo que cuando se conocieron los resultados algunos decidieran no dar el paso de entrar en el Parlamento y pasar lista. «Las que cogimos el acta -recuerda Erauskin- fuimos las que teníamos la posibilidad y creíamos que podíamos hacer un trabajo en el Parlamento en pos de un cambio social y de la resolución del conflicto. Vinimos a trabajar y es lo que hemos hecho». «Y duro», apostilla Itziar Basterrika.

El hecho de que el grupo estuviera compuesto por ocho mujeres y un hombre fue resultado de ese momento inicial de descartes. «Fue casualidad», comenta Nekane Erauskin, pero no deja pasar la oportunidad: «No sé si está bien decir esto, pero ahí se demuestra que las mujeres somos valientes y respondemos mejor ante los retos fuertes». Ese componente mayoritariamente femenino no pasó desapercibido. El grupo lo ha reivindicado siquiera inconscientemente con su lenguaje, hablando siempre de «nosotras». Otros, han intentado emplearlo peyorativamente llamándoles «las Nekanes». «No es de lo peor que nos han llamado, quizá de lo más bonito», contesta de inmediato el resto mirando a Nekane. A Erauskin ese tipo de ataques personales dan la impresión de no afectarle, pero sí se rebela contra lo que subyace en ellos. «Se han metido mucho con nosotras por ser mujeres. Y eso lo hacen los fascistas. No hay más que ver lo que están haciendo incluso con las ministras o las políticas de Madrid. Nadie se mete con los hombres por su aspecto, con su imagen o con cómo se visten».

Pisando fuerte

Entraron en el Parlamento pisando fuerte, negándole el voto para la Presidencia a Juan María Atutxa hasta forzar al PNV a su sustitución. Después contribuyeron a la elección de Ibarretxe como lehendakari. Marcaron desde el inicio su propio terreno y, en su opinión, eso llevó a que el PSE optara por acercarse al tripartito en la negociación de la mayoría de las leyes, para impedir que estuvieran marcadas por la impronta de la izquierda abertzale.

Pese a su absoluta falta de experiencia en el mundo de la política institucional, no se han sentido nunca menos que nadie. Itziar Basterrika comenta: «Yo me he llevado mucho chasco porque la mayoría no dan ni la talla. Es cierto que nosotras veníamos desde otros ámbitos, no desde la política, y también es cierto que ante un nuevo reto siempre tienes una incertidumbre. Pero una vez que das el paso y te subes a la tribuna, te ves que no eres menos que el resto. Es más, yo diría que al menos un tercio de los parlamentarios no tiene capacidad para estar aquí de manera profesional».

El resto de sus compañeras asiente y también está de acuerdo en que la mayoría de los parlamentarios vive al margen del mundo real, metidos en sus grupos y en las cosas de sus partidos. Karmele Berasategi concluye: «Tendría que estar prohibido que cada cual dejara su trabajo. Esto tendría que ser a media jornada». Se abre un pequeño debate en el grupo sobre las distintas vertientes de esta afirmación, pero todas están de acuerdo en que «hay que reciclar». Ane Auzmendi reitera: «Están muy lejos de la realidad de la calle. Esto no sirve para solucionar los problemas del momento». Y de nuevo vuelve el debate sobre cómo podría entrar más aire fresco en la Cámara y se escuchan propuestas como la de que cada legislatura se renueve la mitad de cada grupo parlamentario.

Cuando se les pregunta si visto desde dentro el Parlamento es como lo imaginaban, vuelve a quedar claro que ninguna de ellas se había puesto siquiera a pensar en ello. Lo habían visto siempre desde fuera. Maite Aranburu dice que «cuando lo ves por la televisión, piensas `qué seriedad'. Pero desde dentro impone menos. Te sientas en el escaño y ves que la gente ni hace caso del orador. Que para cuando llega el punto al pleno está ya todo negociado o acordado».

Las parlamentarias han comprobado también cómo las mismas personas que les atacaban desde la tribuna se mostraban luego amables fuera de la Cámara o en los viajes al extranjero. «Es un teatro, puro teatro», dice Ane Auzmendi.

Buena experiencia en malas condiciones

Todas ellas, en cualquier caso, consideran que ha sido una «buena experiencia», como asegura Katalin de Madariaga. «Un reto personal superado», resume con determinación Itziar Basterrika.

De todas formas, algunas han acumulado más dudas que certezas tras su paso por la Cámara. Por ejemplo, Aintzane Garate, profesora, reconoce que «yo creía que sabía cuál era la función del Parlamento pero después de cuatro años aquí me han entrado muchas dudas de para qué sirve. Hay temas que están aquí venga debatirse, que consumen muchos días y días, que no sirven para nada, y luego en cambio hay temas que son verdaderamente los que preocupan a la gente que aquí no se tratan».

Para tratar de no caer en esa rutina, las parlamentarias de Ezker Abertzalea aseguran que han intentado trabajar codo con codo con los agentes sociales y sindicales, que se han reunido con la mayoría de ellos, para después decidir en el grupo qué propuestas propias o de estos grupos trasladaban al pleno o a las comisiones.

Y su trabajo no ha sido fácil. Primero tuvieron que aprender cómo funcionaba el Parlamento y después sobreponerse a la persecución judicial y la ilegalización de EHAK. Dos de ellas -Nekane Erauskin y Karmele Berasategi- están procesadas en un caso penal acusadas de un delito relacionado con «organización terrorista», porque la cuenta del grupo estaba a su nombre y dieron al partido por el que se presentaron un dinero que necesitaba para pagar a sus trabajadores. Todas ellas tienen embargadas las cuentas en las que cobraban la nómina del Parlamento. Pero el caso de Karmele Berasategi es peor: tiene bloqueadas todas sus cuentas. Para más inri, la presidenta de la Cámara, Izaskun Bilbao, decidió no pagarles las subvenciones por grupo, pese a no haber mandato judicial en ese sentido. Además, quieren tener un recuerdo muy especial para Peio Gálvez, responsable de prensa del grupo que se encuentra encarcelado desde hace exactamente un año después de la enésima redada contra la izquierda abertzale.

«Ya nos gustaría saber qué harían otros en esas condiciones», se escucha. «Hace un tiempo vinieron un grupo de observadores internacionales, entre ellos varios parlamentarios, y no daban crédito a nuestra situación -comenta Nekane Erauskin-. Y aún así hemos seguido adelante aquí, donde entre otras cosas hemos tenido la presidencia de la comisión de Mujer y Juventud, y fuera, porque Katalin de Madariaga, por ejemplo, ha estado manteniendo muchos contactos en el ámbito internacional».

Pese al balance positivo de la experiencia de estos cuatro años, cuando se les pregunta si alguna quisiera repetir en el escaño, todas contestan al unísono que no. Pero de inmediato sale también la voz del compromiso militante que cada una de ellas lleva dentro y se escucha «bueno, en la misma situación, sí. Por voluntad propia, no. Si se repitieran las circunstancias, sí».

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