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Ecologistas y vecinos de Rekalde achacan las inundaciones a las obras y la falta de previsión municipal

Los efectos de las fuertes lluvias del 27 de enero han hecho saltar las alarmas entre los vecinos de Rekalde y Peñascal, preocupados por las repetidas inundaciones. Tras un análisis detallado, afectados y ecologistas achacan los daños a varias obras que se acometen en el macizo de Pagasarri y a la falta de previsión institucional.

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Agustín GOIKOETXEA

Mucho se ha hablado y escrito sobre el origen y las consecuencias de las inundaciones del 27 de enero en Bilbo. Las precipitaciones en forma de lluvia alcanzaron el 27 de enero los 65 litros por metro cuadrado, superiores a los 45 del 1 de junio de 2008 pero a muchas órbitas de los 600 litros que cayeron sobre Rekalde en las inundaciones de 1983. Es fácil asociar estas tres fechas, especialmente tras la sucesión de reportajes el año pasado en los medios de comunicación al cumplirse el 25º aniversario de aquella catástrofe.

En los dos últimos episodios, por encima de la fuerza de la naturaleza, se vislumbra la falta de previsión de las autoridades y los diferentes proyectos que se acometen en el macizo de Pagasarri, como la polémica Supersur. El diputado foral de Obras Públicas, Iñaki Hidalgo, ha negado la relación de las obras de la Variante Sur Metropolitana con las inundaciones en Peñascal y Rekalde; los vecinos no lo tienen tan claro.

A los pocos días de las inundaciones los vecinos fueron meridianamente claros: «Rekalde no puede seguir siendo noticia por las desgracias que regularmente nos amargan la existencia». Entonces, la asociación vecinal Errekaldeberriz propuso que se estudiase la suspensión cautelar de las obras de la Supersur y del resto de proyectos que se están ejecutando en las laderas de las montaña de la cuenca hasta la finalización del estudio sobre las causas de las riadas.

El alcalde de Bilbo también apuntó entonces a esa causa. «Los movimientos de tierra en la construcción de la Supersur, o las diferentes voladuras que se realizan, o el cambio del curso natural del río Elgera y el consecuente embudo en el que se ha convertido Rekalde, ha conllevado a que por tercera vez en menos de un año tanto Peñascal, Uretamendi y la calle Gordoniz, se hayan convertido en ríos», declaró Iñaki Azkuna

Los proyectos a los que los afectados acusan de repercutir negativamente son: la recogida de aguas de la Supersur en Peñascal, el desvío de río Elgera, el derribo de una parte del monte en Betolaza y el relleno de tierras en Arraitz. Las autoridades municipales anunciaron hace semanas que limpiarán las laderas de los montes para evitar fuertes torrenteras que pueden ocasionar graves afecciones, como sucedió en enero.

En un pormenorizado análisis realizado por defensores del macizo de Pagasarri, se apunta que las aguas de las fuentes en las zonas altas de Arraitz, Pagasarri, Rastaleku o Gangoiti no están encauzadas y, además, las arquetas que existen se encuentran medio cegadas, al igual que los arroyos. Los caudales bajaron sin control por las fuertes lluvias, arrastrando tierra y piedras hacia la cantera de Peñascal. Algo similar sucedió con las escorrentías de Igertu que, por la zona de San Justo, alcanzó el humilde barrio de Peñascal, anegando sus calles.

Habituales de Pagasarri señalan también que las salidas de las represas que existen son «viejísimas, de materiales caducos y secciones estrechas teniendo en cuenta el volumen que pueden aportar estos arroyos», sin olvidar las malas condiciones de conservación. En las últimas lluvias, explican, «el agua pasó por encima del camino al no poder ser absorbida por las estrechísimas y caducas canalizaciones».

Un encauzamiento «chapucero» en el interior de la cantera no pudo soportar el caudal y las aguas inundaron una zona donde las constructoras de la Supersur han instalado sus barracones y otra parte fue a parar al túnel de canalización del Elgera. La obra del encauzamiento en Peñascal la efectuó hace unos años el Ayuntamiento de Bilbo tras las quejas de los vecinos, cansados de las riadas en las calles del barrio. Por esa y otras canalizaciones es por donde baja el agua que se embalsa en la cantera y que proviene de los trabajos de la Supersur, al incrementarse no dieron a basto y las aguas descendieron en tromba por calles, pistas y laderas.

Los caudales de Arraitz tampoco bajaron encauzados y así gran cantidad de agua se dirigió hacia la vaguada de Elejabarri y Betolaza. En este último punto, las aguas, a falta de arquetas, cayeron en vertical provocando corrimientos de tierras en el lugar donde el Consistorio bilbaino instala unas nuevas tuberías de abastecimiento.

Una parte del agua que cayó por la pista de Arraitz hacia Gangoiti, en opinión de los montañeros, podría haberse desviado por un simple encauzamiento hacia Artigas y evitar que bajaran hacia Peñascal siguiendo el curso natural de la pendiente.

A Rekalde llegaron así las aguas canalizadas por el túnel de Elgera y aquellas de escorrentía sin control. Todo ese caudal chocó con la barrera del puente de Gordoniz y las vías del tren, colapsando las conducciones de saneamiento y pluviales y anegando la arteria principal del barrio. A la calle Gordoniz fueron a parar los caudales procedentes de la ladera de Elejabarri, Peñascal, San Justo y Larraskitu, una vez que la cuenca de captación de Rekalde es bastante extensa.

El túnel no funcionó

Los vecinos denuncian que el túnel que se inauguró en julio de 2006 para desviar las aguas del Elgera hasta el Kadagua poco pudo hacer para paliar el colapso, ya que capta las aguas de la zona alta de Peñascal, no de Rekalde. Además, al estar saturado el cauce del Kadagua, una compuerta impidió que las aguas del Elgera se desviasen por las conducciones que construyó el Consorcio y colapsaron las tuberías que discurren por el subsuelo de Rekalde. Esta red de saneamiento y pluviales había sido inaugurada el año pasado a bombo y platillo por los responsables municipales.

Las soluciones que proponen los vecinos van en la línea de mantener en condiciones las pistas forestales que recorren el macizo de Pagasarri, cuenca natural de las aguas que acaban en Rekalde, y vigilar que las arquetas no se ceguen, como sucedió en enero, por la ausencia de limpieza o por el tránsito de camiones y otros vehículos. En el propio centro urbano, proponen al Consistorio que amplíe los diámetros de las conducciones para evitar obstrucciones que terminan con la formación de una gran balsa de agua que anega locales comerciales y garajes en la calle Gordoniz.

«De la misma manera que el Ayuntamiento excavó un agujero en la zona alta de Peñascal para que las aguas de la carretera de San Justo entraran directamente al Elgera, se podrían construir accesos directos hasta el interior del Elgera para que, en caso de emergencia, las aguas pluviales desembocaran directamente en él y que no se formaran los embalsamientos ya demasiado habituales en la parte baja de Rekalde o las riadas de la parte alta de Peñascal», defienden.

Vecinos y ecologistas también quieren dejar claro que el Pagasarri no es el culpable, sino la excusa.

El plan para prevenir las crecidas no se concreta

El Gobierno español aún no ha concretado el proyecto que evite las inundaciones en Bilbo a consecuencia de las crecidas del Ibaizabal. En 2001, la Diputación apuntó la posibilidad de construir un túnel de desagüe entre Abusu y Olabeaga.

José Luis Rodríguez Zapatero aseguró el miércoles pasado, contestando a una pregunta del portavoz del PNV en el Congreso, que la solución «está más cerca». PSOE y los jeltzales lo pactaron en los Presupuestos de 2007. «Llegamos a un acuerdo los grupos parlamentarios para proceder a una obra. En este año se han preparado los estudios de inundabilidad, análisis preliminar de toda la cuenca del río Nervión, y en noviembre se aprobó la realización del denominado estudio de alternativas para la protección contra inundaciones en la Ría de Bilbao, que será licitado de manera inmediata», dijo.

enero

Ese día fue cuando se produjeron las últimas inundaciones que afectaron a los barrios bilbainos de Rekalde y Peñascal. Sus vecinos reclaman soluciones.

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