El electorado israelí deja todo un recado al Occidente democrático
Dabid LAZKANOITURBURU
Periodista
La pluralidad política israelí ha vuelto a quedar en evidencia en las elecciones israelíes del pasado martes. Los electores han optado muy mayoritariamente entre la derecha sionista homologada de Kadima, la ultraderecha del Likud, la histriónica ultraderecha laica y abiertamente fascista de Israel Beitenu o la ultraderecha religiosa ultraortodoxa.
Habida cuenta del resultado, y por vez primera en muchos años, las quinielas sobre posibles coaliciones están de sobra. La única duda, a estas alturas, reside en si el Gobierno se formará con o por encima de la candidatura más votada, la de Tzipi Livni (Kadima). Un matiz.
De la patria de los kibutz y del «socialismo» de los fundadores del sionismo a un páramo en el que sólo anida el fascismo en todas sus variantes. 60 años de construcción y consolidación de un Estado cuya naturaleza, pasada, presente y futura, ha quedado diáfanamente dibujada en la masacre de Gaza.
Una Gaza que en 2006 decidió, junto con buena parte de Cisjordania, votar abrumadoramente a favor de Hamas, y que desde entonces ha sido duramente castigada por ello, también por el ahora amnésico Occidente .
EEUU y Europa decidieron entonces el bloqueo de Gaza aduciendo que Hamas se niega a reconocer sin condiciones ni contrapartidas el supuesto derecho de Israel a su existencia como Estado con sus actuales fronteras.
¿Harán lo mismo ahora con un Gobierno israelí en ciernes cuyo eje central será la negativa explícita -sin disimulo alguno- a reconocer un futuro a los palestinos que no sea el de arrojarlos al mar? No hagan apuestas.