El cambio sólo puede llegar anulando el marco que impone el apartheid en Euskal Herria
Apenas quedan ya dos semanas para que en Euskal Herria vuelvan a contarse las papeletas que reflejan, sumadas a las abstenciones, la evolución política de la ciudadanía, en este caso, la circunscrita a Bizkaia, Gipuzkoa y Araba. La jornada del 1 de marzo no quedará marcada en nuestro calendario como una «fiesta de la democracia», como no lo fue el arranque oficial de la campaña la noche del jueves ni la actuación de la Ertzaintza ayer en Bilbo. A pesar de que las fuerzas políticas mayoritarias han intentado desde el primer momento desviar la atención hacia asuntos menos trascendentes, lo cierto es que la ciudadanía no percibe como parte de la «normalidad democrática» que se anulen candidaturas en tribunales ubicados a cientos de kilómetros, que un juez español salga a la caza de militantes políticos vascos cada vez que desde La Moncloa le azuzan con una diana con el símbolo de la izquierda abertzale o que el Gobierno de Lakua siga actuando con tanta sumisión ante cualquier orden que llega desde Madrid. No son éstas las únicas vulneraciones de derechos que se dan en Euskal Herria, pero sí son las que, de forma vergonzosa, se intentan silenciar con la vana esperanza de que la ciudadanía se haya visto afectada por una apoplejía general y se encuentre en coma cerebral.
Pese a ello, una gran parte de la sociedad vasca, no sólo la base militante de la izquierda abertzale, mantiene activas la conciencia política y su capacidad motora, dos facultades con las que, sin duda, puede materializar ese deseo de cambio que comparten quienes saben que la única hoja de ruta viable pasa por decidir el futuro de Euskal Herria superando el conflicto político entre todos y sin que nadie tenga derecho a veto. Pero esa igualdad de oportunidades no debe confundirse con la imposición de un marco jurídico-político como éste, que es capaz de homologar el apartheid y de exportarlo incluso hasta Israel. El acuerdo entre diferentes, al que tanto aluden los dirigentes de PSOE y PNV, no puede incluir una cláusula que impida a la mayoría de este pueblo ejercer su soberanía.
Ése es el cambio que reclama la ciudadanía y el que, aunque se pretenda ahogar su voz, impulsa la izquierda abertzale dentro y fuera de las instituciones. No es de recibo, por tanto, que cuando se muestran las papeletas de una candidatura electoral se responda desde las instituciones a base de represión policial. Ni tampoco lo es que algunos medios de comunicación opten por ocultar o tergiversar -que no son sinónimos de informar, ni de criticar ni de analizar- una realidad que molesta a quienes entienden la democracia como un modelo para, en lo político, perpetuar la discriminación de la mayoría de la sociedad y, en lo económico, perpetuar la explotación de las personas por parte de una reducida élite.
Y en este escenario resulta patético escuchar al candidato de la «no-consulta», Juan José Ibarretxe, y al de la «no-crisis», Patxi López, presentarse a sí mismos como los protagonistas de un hipotético cambio que nos hará avanzar en todos los rankings socio-económicos hacia la cúspide del capitalismo neoliberal. Por mucho que se empeñen sus respectivos asesores de imagen en esta campaña, ni uno ni el otro pueden subirse al carro de la «Obama-manía», especialmente, porque sus hechos, y también sus discursos, son viejos conocidos del electorado. Han roto ya tantas esperanzas y promesas que, como quedará patente en los próximos días, únicamente aspiran a que se les vea como el mal menor en esa batalla de fingida rivalidad en la que, una vez aprobados de común acuerdo los asuntos esenciales -desde la ruptura del proceso negociador con la izquierda abertzale hasta la aprobación de los presupuestos en las instituciones más importantes que gestionan-, se enfrascan cada vez que suena la campana de la última vuelta de la carrera electoral.
Malos guías para salvar la crisis
No saldrán del PNV ni del PSOE, ni de aquellos partidos que pretendan secundarles, las personas que pueden asumir el timón para surcar la crisis sin chocar una y otra vez con el mismo iceberg, porque ellos han estado al frente de la nave durante décadas y no han percibido lo que se avecinaba, y porque han sido ellos quienes, en momentos de apuro, siempre han optado por la misma solución: soltar lastre despejando la cubierta de las clases trabajadoras y lanzando el pasaje a los tiburones, y asegurarse de que en los camarotes de los grandes empresarios y financieros no falte el caviar.
Como indicaban ayer los impulsores de Herria abian! en su presentación, sólo hace falta echar un vistazo a nuestro alrededor para darse cuenta de que el sistema económico en el que vivimos no se ha organizado para satisfacer los derechos de las personas y las necesidades de los pueblos, sino para que unos pocos acaparen inmensas fortunas. Esta plataforma por el cambio social propone otro modelo, y lo hace con una receta fácil y comprensible: reparto del trabajo, reparto de la riqueza, democratización de la economía y desarrollo democrático del ecosistema. Una esperanza de cambio que no nace para convertirse en la promesa rota de un político.