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El ansia de democracia se abre paso en unas calles tomadas por la Ertzaintza

El ansia de democracia fue más fuerte que el miedo a la acción violenta de las decenas y decenas de agentes de la Ertzaintza desplegadas por Lakua para cumplir la orden de Garzón de impedir la manifestación. Frente a la amenaza, miles de personas unieron sus voces y, con la papeleta de D3M en la mano, exigieron democracia para Euskal Herria.

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Agustín GOIKOETXEA

Sesenta minutos antes de la hora fijada para el inicio de la marcha convocada bajo el lema ``Demokrazia orain!'', la calle Autonomía y sus aledañas, al igual que otros puntos del centro de la capital vizcaina, estaban tomadas por decenas de furgonetas de la Policía autonómica. Entre los efectivos desplegados por el Gobierno de Lakua, se encontraba un furgón para trasladar detenidos y un helicóptero que vigilaba desde el aire cualquier movimiento.

Ertzainas pertrechados con material «antidisturbios» recibieron a los miles de ciudadanos que llegaron a Bilbo. A los autobuses desplazados desde otros puntos de la geografía vasca se les impidió dejar a los viajeros en Autonomía, que era vigilada también desde el scalextric de Sabino Arana por policías armados. Veinte minutos antes de las 17.30, dos furgonetas comenzaron a anunciar a través de la megafonía que la movilización estaba prohibida por orden de la Audiencia Nacional española.

Los cientos de personas que poblaban las aceras se convirtieron en miles y no se arredraron ante la amenaza de los ertzainas que cortaban Autonomía a la altura de Gordoniz y la avenida del Ferrocarril. Los pasos de los convoyes policiales se sucedían mientras el entorno de La Casilla, al que no pudieron acceder cientos de abertzales que caminaban desde Zabalburu al impedírselo los agentes, se convertía en el epicentro de la protesta.

Las consignas reclamando democracia para Euskal Herria y la independencia rompieron con la calma tensa provocada por la amenaza de intervención policial. Mientras se repetían consignas como «Euskal Herria aurrera», «Jo ta ke irabazi arte», «Borroka da bide bakarra», «Ez gaituzue geldituko», «Herriak ez du barkatuko» o «Zuek faxistak zarete terroristak», las papeletas de voto de Demokrazia Hiru Milloi corrían de mano en mano y se arrojaban al aire.

En este ambiente tomó la palabra la veterana militante independentista Itziar Aizpurua. Los gritos no cesaron y tampoco el ulular de las sirenas azules de los furgones. Jóvenes y menos jóvenes, mujeres y hombres, con la papeleta de D3M en la mano, reclamaron democracia para la ciudadanía de los siete herrialdes, no sólo para los tres llamados a las urnas el 1-M.

A las 18.00, puño en alto, los que llegaron a La Casilla cantaron ``Eusko gudariak''. A partir de entonces, los concentrados iniciaron una marcha espontánea por Doctor Areilza, que fue abortada violentamente por la Ertzaintza. En varios puntos de Indautxu, como las calles General Egia, Pérez Galdos, Simón Bolívar, Gregorio de la Revilla, Rodríguez Arias, Ercilla, Alameda Rekalde y Licenciado Poza se produjeron «saltos» y los consiguientes intentos de los policías autonómicos por impedirlos.

Las escenas de pánico provocadas por los ertzainas entre las miles de personas que, como cualquier sábado del año, copaban las zonas comerciales del Botxo se repitieron mientras los manifestantes insistían en su reclamación de más democracia para Euskal Herria.

Varias calles fueron cortadas con contenedores, que en algunos casos fueron incendiados, lo que obligó a intervenir a los bomberos.

Otra columna de manifestantes, a la que la Brigada Móvil había impedido pasar de la calle Gordoniz, enfiló Autonomía hacia Zabalburu y Hurtado de Amezaga hasta que se produjo la intervención para abortarla. En esta última calle, testigos presenciales informaron a GARA del arresto de una persona. Más tarde, el Departamento de Interior informó de cinco detenciones.

Las carreras se reprodujeron en la plaza Circular, Gran Vía, Astarloa, Alameda Urquijo y Jardines de Albia. Allí, los beltzas cargaron contra quienes, ante Sabin Etxea, calificaban a los jelkides de «españoles».

Para entonces el ulular de las sirenas de las patrullas policiales y de los camiones de bomberos eran constantes. Desde las aceras, entre las miles de personas que pasaban una tarde de sábado de compras, los independentistas reivindicaron el derecho a decidir de la sociedad vasca y el respeto a los derechos civiles y políticos que una parte importante de ella tiene vulnerados.

Muchos manifestantes ocuparon las inmediaciones de El Corte Inglés, en Gran Vía, hasta que fueron disueltos, lo que llevó a buen número de ellos a descender hasta El Arenal y Casco Viejo, tomado por el dispositivo de la Policía autonómica.

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