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Elecciones del 1 de marzo

Medio millón de votos ante cuatro «pucherazos»

Fueron muchos quienes allá por 2003 pronosticaron que la izquierda abertzale había acabado su trayectoria. Han pasado seis años y la ilegalización se ha sostenido en el tiempo, pero este sector no ha dejado de concurrir a las elecciones, y los buenos resultados logrados han servido para dar impulso a iniciativas como la Declaración de Anoeta o la propuesta de Bergara. Ahora ha decidido medirse de nuevo a sí misma... y a sus ilegalizadores.

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Ramón SOLA

El estupor manifestado por algunos dirigentes políticos y analistas al comprobar que la izquierda abertzale va a medirse de nue- vo en las urnas el 1 de marzo recuerda a la sensación que expresaron el 13 de abril de 2003, cuando la plataforma Autodeterminaziorako Bilgunea (AuB) dio a conocer que barajaba imprimir sus papeletas y votar con ellas en el caso de que fuera ilegalizada. No sólo acertó en el pronóstico de ilegalización, sino que la campaña estuvo marcada por lo que se dio en llamar «la caza de la papeleta», y también por las nada disimuladas apelaciones de otros partidos vascos a los simpatizantes independientes para que optaran por un «voto útil».

Aquel primer test se resolvió el 25 de mayo, y con un resultado que superó tanto las expectativas de la izquierda abertzale como las ilusiones de sus rivales. Paradójicamente -al contrario de lo que había ocurrido en 2001 cuando se calcula que unos 80.000 votos de la izquierda abertzale computables como legales se desplazaron hacia la opción de Juan José Ibarretxe-, AuB sumó más de 150.000 votos en las elecciones forales, y probablemente más de 160.000 en las municipales (a los 145.274 «nulos» había que añadirles los de algunas candidaturas independentistas que pasaron el filtro oficial).

Al día siguiente, varios responsables políticos confesaban de mejor o peor gana que habían previsto otra situación. La entonces presidenta de EA, Begoña Errazti, certificaba que «los votos de Batasuna no han ido a la coalición PNV-EA» y que «es necesario tener en cuenta los votos nulos si se quiere buscar una solución a este país». Y su homólogo del PNV, Xabier Arzalluz, añadía que «lo que no se puede negar es que hay una base; en el voto nulo hay base». Ante la contundencia del resultado, éstas y otras formaciones asumían aquel día la necesidad de buscar fórmulas para que la izquierda abertzale pudiera incidir en las decisiones de los ayuntamientos de los que había sido excluida, aunque aquellas palabras pronto se las llevaría el viento.

«Nos llenó de confianza»

Aquellos votos no sólo fueron significativos para sus rivales, sino que sirvieron a la izquierda abertzale como ancla para construir todo un proceso de negociación con el Estado. Arnaldo Otegi resaltaba en ``Mañana Euskal Herria'' (2005) lo siguiente: «Que hubiera decenas de miles de personas en este país que guardaran una papeleta ilegal y fueran a depositarla a la urna o que miles de personas avalaran con su firma las candidaturas o incluso estuvieran dispuestas a formar parte de las listas electorales, aunque es un dato que a veces pasa desapercibido en el debate político, es algo que a nosotros nos llenaba de confianza y satisfacción. Ese era el reflejo de la fortaleza del proyecto político de la izquierda abertzale. Y si hoy tenemos una oportunidad histórica abierta en el país es fundamentalmente -no sólo, pero fundamentalmente- por toda esa gente que ha sido capaz de votar a la izquierda abertzale con una papeleta que iba a ser anulada. Es necesario hacer ese reconocimiento». Al año siguiente de aquel pequeño gran éxito se presentaba la propuesta de Anoeta.

En 2004, la izquierda abertzale tampoco dio la espalda a las urnas en las elecciones estatales y europeas, aunque por la distancia de ambas instituciones el riesgo de descalabro aumentara de modo considerable. En el caso de las estatales, a las que no concurría desde 1996, se acudió con una papeleta que llevaba el lema «Bai Nafarroa, Bai Euskal Herriari, orain audeterminazioari». Con ella se pretendía dar impulso a la Propuesta de Bergara, que planteaba que las fuerzas abertzales conformaran una interlocución conjunta ante Madrid. Se había presentado en diciembre de 2003 y había sido rechazada primero por el PNV y finalmente, apenas un día antes de la decisión sobre las elecciones, por Nafarroa Bai.

La campaña tampoco fue fácil. La Junta Electoral, tras la apelación del Gobierno español, prohibió a la izquierda abertzale cualquier actividad electoral. La Ertzaintza intervino en el acto de arranque de campaña, en Donostia, llevándose los carteles. Y el acto central, en la misma ciudad, también derivó en una sentada ante la amenaza policial. Sin embargo, el reto también quedó superado. A modo de anécdota significativa, los votos «nulos» en Euskal Herria eran la mitad de los acumulados en todo el Estado español. La situación se repitió en las elecciones europeas celebradas tres meses después, donde la izquierda abertzale volvió a tratar de participar de modo legal, pero los tribunales españoles segaron el camino a la propuesta denominada Herritarren Zerrenda.

Tras un paréntesis de tres años en el que se prohibió concurrir al Parlamento de Gasteiz a Batasuna y Aukera Guztiak pero no a EHAK, llegaron las autonómicas y forales de junio de 2007. En un momento en que el proceso de negociación languidecía, el Estado batió el récord de ilegalizaciones, llevándose por delante el intento de inscribir un partido legal (ASB) y vetando más de 350 listas de Abertzale Sozialistak y ANV.

Pese a la precariedad en que concurrieron estas candidaturas y al previsible desgaste producido por el desplome del proceso y por la persistencia de la ilegalización, los resultados fueron los mejores de todo este ciclo, y no sólo allá donde la izquierda abertzale podía obtener electos «legales». Sumó 183.548 votos en las municipales y 177.733 en juntas y Parlamento navarro.

Gasteiz

no hay referencias de comicios condicionados por el «apartheid». EHAK sumó 150.644 votos hace cuatro años, y EH logró 143.139 en 2001.

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