La concienciación sobre el problema de la ludopatía llega a la zona rural alavesa
Hay datos significativos que les indican que el problema del juego en la zona rural es grande. Pero hasta ahora nada se había hecho. La asociación Asajer inició hace más un año un programa de detección de la ludopatía en este medio, pero concienciar a la gente no es fácil.
Joseba VIVANCO |
«Desgraciadamente, una simple moneda de dos euros hizo que cayera en una adicción al juego, que me llevó a destrozar mi vida. Dos premios de 80 euros seguidos hizo que creyera que se podía vivir del juego». Lo cuenta un ludópata. Esos dos primeros euros... los tres diamantes luminosos en la estridente máquina tragaperras... 80 euros de premio, más los 60 del bolsillo... dos horas después le vuelven a quedar los dos iniciales euros... ha gastado 138... Una historia tan real como habitual.
Se calcula que en Hego Euskal Herria hay cien mil adictos al juego, un tercio de ellos a las cerca de 15.000 máquinas tragaperras repartidas por bares y salones. Para ayudar a personas anuladas por esta enfermedad, que no vicio, existen contadas asociaciones. Una de ellas, la alavesa Asajer (945 234990), con sede en Gasteiz, ha fijado desde hace un año sus miras en un territorio hasta ahora apenas indagado: las zonas rurales.
Apenas un 3% de los alaveses que se acercan hasta Asajer cada año proviene de localidades más allá de la propia capital. Y, sin embargo, cualquiera que viva en una pequeña población sabe de convecinos a los que les `gusta' demasiado el sonido, sobre todo, de las tragaperras, pero también de otro tipo de juegos que, no siendo dañinos en sí, sí que lo son cuanto se les dedica un tiempo excesivo.
«En noviembre estuvimos en Nanclares dando una charla a unos cuarenta jubilados y no había manera de convencerles de que tampoco era bueno pasarse horas jugando a las cartas», cuenta Natalia Gallego, trabajadora social de Asajer y encargada del programa Begirada, dedicado a la atención social y detección de la ludopatía en el medio rural.
«La gente lo ve como normal»
«La concienciación en los pueblos es muchísimo menor que en la ciudad. Todo el mundo sabe en su pueblo quién juega mucho, pero al final lo ven como algo normal, de toda la vida, no como una enfermedad», explica. En este primer año de darse a conocer en el medio rural ha habido cuatro personas que han decidido pedir ayuda, eso sí, sólo una está en tratamiento en el mismo pueblo; las otras, «te dicen que ya vienen ellas».
La ludopatía es una realidad escondida y más aún en los pequeños y medianos núcleos urbanos; pedir ayuda, además, lleva añadido el hándicap de que «ahí todos se conocen». No hay estadísticas, no se visibilizan, pero, como afirma Natalia Gallego, «tenemos datos significativos de que está pasando».
Ocho de cada diez ludópatas son adictos a las máquinas tragaperras, de las que sólo en la CAV hay una por cada 175 habitantes. Lakua quiere armonizar juego y derecho a la salud, pero hacerlo no es nada fácil.
Las asociaciones que trabajan con ludópatas señalan que hay muchas mujeres que sufren esta enfermedad, pero que pocas acuden en busca de tratamiento. La razón es que «está peor visto» que una mujer juegue.