CRíTICA teatro
Pregúntale a Bach
Carlos GIL
La tecnología se convierte en una suerte de pasarela hacia la autarquía absoluta. David Fernández es el hacedor de este trabajo desde el punto cero de inicio, hasta la llegada a un retorno freudiano. Y puede abarcar mucho más espacio comunicativo gracias a una inteligente utilización de unos recursos tecnológicos de uso cotidiano, pero colocados al servicio de una idea narrativa cuyo transfondo en la relación entre J.S. Bach y su sexto hijo, Benhard Bach, que murió con veinticuatro años.
La sombra de un padre meticuloso y que había decidido de antemano el camino de su hijo. La ruptura, el desasosiego, las maneras de argumentar ese dolor, esa búsqueda de la muerte del padre como acto liberador.
Desde ese lugar de disociación entre padre e hijo, David Fernández traza un bucle con su propia personalidad, su propia biografía, la integra, la convierte en material dramatúrgico, añade inmediatez, lo que le permite jugar en un territorio menos solemne, poner su propio caso, sus circunstancias para establecer una relación personal, directa con los espectadores.
Y la llamada telefónica real, al final de la representación a su padre, que no es otro que el actor que hacía de Bruno en la serie “Verano azul”, nos sitúa ante otro fenómeno, no solamente de una dramaturgia de la experiencia, sino que también de la filiación. Hay mucha energía, mucha tensión, un acto excesivo de ombligismo y de exaltación de su yo. Existe algo inaprensible en este trabajo que cautiva. Quizás la respuesta la tenga J.S. Bach.