Raimundo Fitero
Huelguistas
Quién le pone el cascabel al gato? ¿Dónde están las proclamas constitucionalistas, la boca llena de gazapos que riman o adjetivizan la democracia en baja forma? Dicen que algunos jueces se han puesto en huelga, y que es un derecho que no tienen reconocido, ergo, están infringiendo la ley, pero como ellos son los que aplican la ley, ¿quién les va a aplicar la ley a los que se saltan la ley que deberían aplicar?
Lo cierto es que los jueces huelguistas, sea la tendencia ideológica que tengan y que vamos viendo que casi todas acaban en el lado derecho de todos los ríos, rías, avenidas o autopistas, lo tiene bastante fácil. El ministro de su ramo es un cazador de a seis mil euros la montería, habla como si fuera un abogado de oficio, tiene un porte de añejo funcionario y no parece tener ni una pizca de autoridad, ni dentro del gobierno, ni fuera, y es una de las cabezas que se mostrarán como trofeo cuando a ZP le vayan mal las encuestas o los escrutinios. Mientras tanto, hacen huelgas, ralentizan expedientes, provocan embudos, fastidian al común de los ciudadanos que son, además, quienes les pagan, pero ellos tienen Poder, y eso se hace notar. Desde luego es un síntoma más de la degradación democrática que sufre el reino de España.
Algunos están siempre de huelga, pero a la japonesa, o mejor dicho, a la neurótica, y el excelentísimo señor don Baltasar Garzón, para que nadie se olvide de que es el Capitán Trueno de la justicia española, ha vuelto a escribir sus considerandos para anular cualquier movimiento político de cientos de vascos y vascas, para aniquilarlos, o dicho a su modo, para seguir con su facilón tiro al pichón abertzale. En este terreno tiene barra libre. Puede hacer lo que le dé la gana que nadie va a protestar. Al igual que los policías incentivados para detener a inmigrantes con o sin papeles, que es una muestra más de la catadura democrática del Ministro portavoz del felipismo más apestoso y actualmente Ministro de Gobernación, el melífluo Pérez Rubalcaba. Eso sí, aparece ante las cámaras, dice cuatro frases enrevesadas y se cree que ya ha convencido a alguien. Ni siquiera convence a Pepiño Blanco.