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Tere Gorriz Noain Colectivo Malatextos

Igualdad, fraternidad y... seguridad

Siendo estas medidas securitarias de dudosa utilidad para nuestra protección, se muestran muy eficaces para el control social, el incremento del poder y nuestra pérdida de autonomía y libertad

Se pasan el día diciéndonos que la vida es insegura, posiblemente también nos la hacen, pero sea como sea, el resultado es que nos han convencido de ello. Tenemos miedo, muchos miedos. Los reflejan los medios y las encuestas, a la par que los alimentan: es la crisis, las nuevas enfermedades, el fraude alimenticio, los accidentes, la delincuencia, el terrorismo... Algo puede sucedernos en cualquier momento y lugar, y exigimos el derecho ciudadano a estar bajo protección, a que nos mantengan a salvo frente a tanto riesgo.

Nos incitan a la movilidad extrema -en coche, en avión o en alta velocidad-, a la comida rápida, a la superproductividad y al superocio, a la masificación y la concentración, a lo macro -sean bloques de viviendas, áreas de ocio o comerciales, estadios de fútbol o auditorios-, potencian la energía nuclear (además del armamento), mientras aumentan las emisiones de CO2... Pero todo ello, a lo que nos adherimos demasiado inconscientemente, entraña numerosos elementos de riesgo que no queremos asumir, y volvemos a pedir la protección que lo elimine.

Ante la ciudad insegura, parece un hecho la creación de la ciudad de la seguridad entre Mendillorri y Badostain. El proyecto, que en breve se pondrá en marcha, aglutina en un mismo entorno geográfico a la Dirección General del Departamento de Interior, la Policía Foral, la Agencia Navarra de Emergencias, la Escuela de Seguridad y los bomberos. Mezclan churras con merinas intencionadamente, equiparándolos y dando un mismo carácter a lo que no lo tiene ni nunca lo ha tenido, para vendernos en un mismo lote cosas diferentes.

La labor de Interior y la Policía es intrínsecamente distinta de la de bomberos y el sistema sanitario de urgencias. Así se ha entendido por la mayoría hasta que nos han conseguido atemorizar por todo, y ante la inseguridad total nos venden la total seguridad, vía control policial. No obstante, hay quien sus peores miedos e inseguridades los ha sufrido cuando ha aparecido la policía. Podemos preguntárselo a los amigos de la supuesta agredida por su pareja en Cuatro Vientos, «atendidos» por el orden público, a Maria Antonia Amador... No, a Maria Antonia Amador no, porque murió tras la actuación de la policía municipal cuando pretendía pacificar con sus porras una situación de violencia en la Rotxapea.

La vida, desde la Antigüedad se ha sabido efímera, caprichosa e inasible y nunca como ahora se ha querido poseer a la vez que desterrar todo riesgo. Hoy, asumimos unos modos de producción y consumo y unas formas y estilos de vida que disparan esos riesgos; frente al riesgo creciente exigimos crecientes medidas de seguridad. Unas medidas de las que, además, una sociedad débil y terriblemente individualizada no se puede proveer y tiene que demandar, poner en manos de otro.

Pero estas medidas de seguridad no garantizan la misma, a la que sólo podríamos acercarnos disminuyendo los riesgos y mediante la intervención del conjunto de la sociedad. Siendo estas medidas securitarias de dudosa utilidad para nuestra protección, se muestran muy eficaces para el control social, el incremento del poder y nuestra pérdida de autonomía y libertad.

Si la toma de La Bastilla se hubiera producido ayer (o mañana), en el lema bajo el que se llevaría a cabo fácilmente se desplazaría la libertad en pro de la seguridad. ¡Igualdad, fraternidad y... seguridad!

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