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Ainara Lertxundi Periodista

Un rayito de luz en medio del desierto

Cuatro son los colores de la bandera saharaui. Negro, blanco, verde y rojo. Cada uno tiene un significado y, en su conjunto, resumen la historia «profunda y lastimada» de este pueblo, afirman los propios saharauis. El negro simboliza el colonialismo y la tristeza; el blanco, la paz; el verde, las riquezas de la tierra, y el rojo, la sangre derramada. El primero tiene dos responsables directos, el Estado español y Marruecos, y un cómplice, la comunidad internacional, que mira hacia otro lado y permite al reino alauí seguir con la ocupación, en toda su dimensión.

El viernes, 27 de febrero, la República Árabe Saharaui Democrática cumplirá 33 años. O, lo que es lo mismo, más de tres décadas de resistencia dentro de los territorios ocupados y de los campamentos de refugiados perdidos en la inmensidad del desierto, donde, a diferencia de los cuentos y leyendas, no hay oasis ni verdes palmeras. Lo único que hay es pura arena, adobe y 52 grados a la sombra en los meses de verano.

Si algo ha caracterizado a los saharauis en todo este tiempo es su persistencia e inmensa paciencia. Pero 33 años son muchos y las perspectivas de solución a corto plazo, irreales. Marruecos continúa erre que erre con su plan de autonomía. Cuenta con el apoyo de Madrid y de otras potencias occidentales. Pero, dentro de este panorama poco favorable, las declaraciones del nuevo enviado de la ONU a Sahara, Christopher Ross, han supuesto un rayo de luz. Desde la inmensidad de los campamentos, ha afirmado que buscará una solución que contenga el derecho a decidir, pilar básico para una salida al conflicto. Esta afirmación es ya un avance y recupera el espíritu de las resoluciones de la ONU, que su predecesor, Peter Van Walsum, se saltó sin miramientos. Para él, la vía valida era la propuesta de Rabat. Pero nada es blanco o negro, y en un conflicto, mucho menos. Ross, al menos, ha vuelto a abrir el abanico de las soluciones, a recuperar el verde y a rechazar el rojo. El tiempo dirá si ese rayo de luz logra iluminar la sonrisa saharaui o, nuevamente, decae por intereses comerciales de quienes colonizaron.

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