Maite SOROA | msoroa@gara.net
Santa Bárbara y los truenos
Debe de ser duro, qué duda cabe, volver al garaje particular, sacar la bayeta, el cubo y la esponja para lavar el vetusto Simca 1200, particular, que quedó aparcado hace casi treinta años y ponerlo de nuevo en marcha, en vísperas de perder el confortable Audi público con chofer incluido. Duro y doloroso.
Ayer en «Deia» empezaban a dar muestras de la infinita incomodidad que puede suponer al stablishment jelkide la pérdida del Gobierno autonómico. Y de la incomodidad a la indignación no hay más que un paso muy corto.
Según el editorialista, «Como si se tratase de una revancha de aquel intento frustrado de 2001, tras los resultados electorales del domingo se ha desatado una fuerte corriente mediática empeñada en desfigurarlos dando como vencedor a Patxi López». No lo dirán por EiTB, ¿verdad?
El cabreo se dirige ahora a los medios españolistas (a los que con tanto mimo trataban hasta ahora los propios jelkides), porque «a decir verdad, durante la campaña electoral y ya desde la eterna precampaña electoral los medios de comunicación más importantes de ámbito estatal y también los de mayor difusión en Euskadi, no han disimulado su preferencia por el candidato del PSE, con el mismo entusiasmo con que en 2001 apoyaron al candidato del PP. Es evidente el compromiso de esos grandes medios por desalojar del Gobierno a los nacionalistas vascos para sustituirlos por los nacionalistas españoles. Apelan para ello a `la necesidad democrática del cambio tras treinta años de mando exclusivo nacionalista' sin tener en cuenta los más de doce de Gobierno compartido con el PSE». ¿Y hasta ahora, qué se creían?
La cosa sube de tono cuando atribuyen a esos medios el papel motor de esa sustitución: «Esos poderosos creadores de opinión van más allá, y pretenden presionar a Patxi López y, sobre todo, a Zapatero, para que no desaproveche la ocasión y desaloje al PNV aunque sea con un pacto antinatura y valiéndose de un Parlamento ya distorsionado previamente por la Ley de Partidos». Algunos se acuerdan de Santa Bárbara sólo cuando truena y así les ha lucido el pelo.