En un momento en que la tormenta de la crisis económica arrecia sobre los bolsillos de los trabajadores, en Nafarroa ayer mismo confluían dos noticias que muestran la ligereza con que los gobernantes dilapidan las arcas públicas -en teoría escasas- en beneficio de promotores privados. Es difícil establecer una jerarquía entre cuál de los dos episodios resulta más escandaloso, así que será mejor empezar por el más oneroso. UPN y PSN apuntaron ayer su sintonía para que las obras del TAV en el herrialde arranquen y sean sufragadas por el Gobierno navarro, a la espera de un acuerdo posterior con el Ejecutivo de Madrid que reintegraría parte de esa cantidad. Y esos dos mismos partidos van allanando el camino a otra operación menos cuantiosa, pero igualmente polémica: el «rescate» de los millones invertidos por constructoras en Gendulain para levantar una macrociudad que ahora resulta inviable.

Si los 80 ó 90 millones en que se cifra esta última operación ya marean, en el caso del «corredor navarro» del TAV la cifra anticipada por el Gobierno navarro ascendería seguramente a cientos de millones (AHT Gelditu! lo calcula en 3.150 millones sólo en Nafarroa). Los números resultan demasiado altos para captar su dimensión, así que es necesario dividirlos por el volumen de habitantes del herrialde para medir el impacto exacto en cada bolsillo. Y así encontramos que Gendulain y el TAV pueden suponer a cada contribuyente un total cercano a los 5.000 euros. Para quien siga prefiriendo el cálculo en pesetas, los dos proyectos costarán a cada navarro y navarra casi un millón.

Hay paralelismos claros entre Gendulain y el TAV: ni uno ni otro existe a día de hoy, son lo que se ha dado en llamar «burbujas» sin justificación posible en demandas o necesidades sociales. Esto hace más hiriente todavía que los proyectos tengan que ser pagados «a escote» por la ciudadanía, sin un debate de fondo y en un momento de auténtica zozobra para muchas familias que provoca necesidades más perentorias.