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REBELIÓN Eric Tousssaint-Damien Millet 2009/3/18

El doble discurso de un FMI deslegitimado

Con la crisis internacional desatada en el verano de 2008, quedaron demolidos todos los dogmas neoliberales, saliendo a luz la superchería que representaban. No pudiendo negar sus fracasos, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (el FMI) pretenden haber abandonado las políticas neoliberales conocidas bajo el nombre de «consenso de Washington». Aunque desacreditadas, estas dos instituciones aprovechan sin embargo la crisis internacional para volver a ubicarse en el frente de la escena.

Durante décadas, estas instituciones han impuesto por la fuerza medidas de desregulación y programas de ajuste estructural que han conducido invariablemente al impasse actual. Se trata de un real fiasco para el Banco Mundial y el FMI que hoy deben responder por sus actos ante la opinión pública mundial.

Por añadidura, sus previsiones económicas no son fiables: en noviembre de 2008, el FMI pronosticó un crecimiento mundial al 2,2% para 2009, luego lo corrigió al 0,5% en enero, y finalmente estimó, en marzo, que será negativo. En realidad, sus expertos defienden los intereses de los grandes acreedores ante los ciudadanos, cuyos derechos fundamentales cada vez son menos garantizados. (...)

La crisis financiera y económica mundial destaca el fiasco de la desregulación de los mercados financieros así como también el fracaso del abandono del control sobre los movimientos de capitales, ambos predicados por el FMI. Eso hace indispensable la búsqueda de una nueva arquitectura internacional basada en el Pacto Internacional sobre los Derechos Económicos, Sociales y Culturales (1966) y sobre la Declaración de las Naciones Unidas sobre el Derecho al Desarrollo (1986). Pero tal lógica no podrá imponerse sin una inversión de las relaciones de fuerza. Si, bajo el empuje de las movilizaciones populares, un número suficiente grande de Gobiernos no establece tal alternativa, el Banco Mundial y el FMI estarán en condiciones de superar su crisis aprovechando la caída de los precios de los productos básicos, para llevar a los países débiles hacia una nueva dependencia de sus créditos, acción cuyo meollo será el objetivo de salvar al sistema en vez de satisfacer criterios humanos y ecológicos.

(...) la única solución aceptable es la abolición del FMI y del Banco Mundial, y su reemplazo por instituciones radicalmente diferentes, centradas en la satisfacción de las necesidades humanas fundamentales.

(Traducción de Guillermo Parodi)

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