Se acabó la pesadilla. Es lo mejor que se puede decir de la derrota -cuarta consecutiva- que sufrió el Athletic en El Madrigal. El equipo rojiblanco es el único que ha zanjado su paso por el «Everest» liguero sin sumar un solo punto, pero ya es historia y, para los que apuestan por el vaso medio lleno, significa que afrontará una recta final de la temporada mucho más suave.

Lo peor del caso es que las cosas tampoco marcharon bien en las jornadas precedentes, con lo que, por mucho que las circunstancias o las sensaciones hayan sido diferentes, el Athletic ha calcado en el arranque de esta segunda vuelta los números de la primera. Apenas cinco puntos en nueve partidos, sólo dos sumados en las siete últimas jornadas y cuatro derrotas consecutivas. Y, en consecuencia, la pérdida de fuelle en la clasificación, que obliga al equipo a reaccionar de inmediato.

Lo cierto es que, aún cuando el Villarreal fue mejor en líneas generales, la historia del partido pudo ser diferente. Los locales estuvieron muy incómodos en todo un primer tiempo en el que el Athletic apenas les dejó mover el balón a su gusto y supo apretarles de la manera apropiada para generar tanto, o más, peligro como el propio conjunto castellonense.

La primera parte fue un toma y daca en el que el gol pudo llegar por cualquiera de las dos partes. Nihat, Rossi o Cazorla asustaron por parte local. Y más aún lo hicieron, por el bando rojiblanco, Susaeta, Javi Martínez -su remate lo despejó Eguren con una mano clarísima que no vio el árbitro- y, sobre todo, Igor Gabilondo, con un zapatazo ante el que Diego López demostró por qué se va a estrenar con su selección.

Pese al empate, o casi, en cuanto ocasiones, el juego, y sobre todo la posesión se empezaron a inclinar del lado del Villarreal conforme se acercó el descanso. Y lo que era una tendencia acabó convirtiéndose en una realidad en la reanudación, que arrancó con un par de escaramuzas en el área de Iraizoz. Viendo que a su equipo cada vez le costaba más aguantar el balón, Joaquín Caparrós incluso movió el banquillo, aunque la entrada de Joseba Garmendia acabó revelándose intrascendente. Aunque el Athletic lo siguió intentando -y pudo conseguirlo, con una buena acción personal de Susaeta-, también permitía que el Villarreal se fuera acomodando. Y lo que es peor, cometió un error siempre imperdonable, y más ante jugadores de la velocidad y la calidad de los castellonenses: una pérdida de balón que se tradujo en una contra letal, culminada por Cazorla.

Tampoco así arrojó la toalla el Athletic pero, con la ventaja -y, después, con la expulsión de Susaeta-, el equipo de Pellegrini se encontró con su mejor aliado, los huecos. No los aprovechó, y ya es raro, Rossi, pero sí Matigol para establecer el 2-0 definitivo, con el choque ya prácticamente acabado.