Quien va a ver una cinta protagonizada por Don Cheadle ya sabe que sólo puede esperar otra gran caracterización del actor afroamericano, que debía de creer mucho en la película porque se ha implicado personalmente en la producción para poder sacarla adelante. Aunque las películas de espionaje relacionadas con la conflictividad de la política exterior norteamericana en Oriente Medio están de moda, lo que diferencia a este modestísimo thriller de otras grandes producciones recientes como «Red de mentiras» es su muy inferior presupuesto. Con un destacable trío estelar, tampoco desmerece de otras muestras del género en el cosmopolitismo de sus localizaciones, gracias a que se renunció a los gastos de los decorados y del diseño artístico para rodar en escenarios reales con luz natural y cámara en mano.

Donde se nota sus limitaciones es en la distribución, toda vez que nos llega con un sensible retraso con respecto a su estreno en los EE.UU a finales del pasado verano, donde hizo una discreta pero meritoria recaudación, teniendo en cuenta su restringido lanzamiento con un escaso número de copias. «Traidor» avanza en el título un concepto que durante el desarrollo argumental de la película se revelará engañoso, a sabiendas de que los infiltrados deben hacerse pasar por lo que no son, incluso ante los de su propio bando. Es por ello que el investigador del FBI encarnado por Guy Pearce cree que el militar al que presta su imagen Don Cheadle se ha pasado al enemigo, tras convertirse a la religión musulmana y recibir un entrenamiento fanatizante. Detrás del sospechoso se encuentra un agente de la CIA al que aporta la máxima ambigüedad Jeff Daniels.