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Comedia dentro del centro comercial

«Confesiones de una compradora compulsiva»

M. I. | DONOSTIA

El australiano P.J. Hogan lleva tiempo malgastando su talento en Hollywood, y poco le queda ya de la frescura para la comedia que exhibiera en su ópera prima «La boda de Muriel». Esta vez parece tocar fondo con «Confesiones de una compradora compulsiva», uno de esos encargos comerciales que exigen dejar el cerebro en casa y rodar de la forma más previsible. Quien busque una crítica soterrada a la sociedad de consumo norteamericana pierde el tiempo, porque lo que la película pretende precisamente es captar a la clientela de los grandes centros comerciales, especialmente a las mujeres, a las que ya de entrada considera unas derrochonas sin remedio, esclavas de la tarjeta de crédito.

Sobre el sexismo inherente a tan conservador discurso baste citar que, dentro de la campaña promocional de la película, se organizaron carreras entre comparadoras cargadas de bolsas, las cuales debían participar con tacón alto para moza del público asistente, que aplaudía y jaleaba las peligrosas caídas de las concursantes en el duro asfalto.

He leído algún que otro comentario elogioso sobre el casting de «Confesiones de una compradora compulsiva», debido a la presencia en el reparto de interpretes veteranos de la talla de John Goodman, Kristin Scott Thomas, Joan Cusack, John Lithgow, Lynn Redgrave o Julie Hagerty. P.J. Hogan pudo contar con ellos gracias a que la Disney no quería estrellas cotizadas, por eso busco a profesionales de verdad con un sueldo medio. La compañía está que se frota las manos, una vez que el negocio le ha salido redondo al convertir la pequeña inversión en recaudaciones millonarias.

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