Esperanza desde Baskale, en los confines del «imperio» turco
Desde las montañas en la frontera de Irán, la pequeña localidad kurda de Baskale se prepara para responder en las elecciones muncipales de hoy a la política de asimilación que Ankara aplica sobre los kurdos.
Karlos ZURUTUZA
Star Cafe Bilardo, se puede leer aún sobre la entrada de la actual sede del DTP (Partido por la Sociedad Democrática) en Baskale. Donde antes había una mesa de billar, hoy humea una vieja estufa de leña que congrega a un pequeño grupo. Ha pasado casi una semana desde que los kurdos celebraran el Newroz, su año nuevo, que coincide con la llegada de la primavera, pero las calles siguen cubiertas de nieve en Baskale. Nada extraño, por otra parte, si tenemos en cuenta que estamos a casi 2.000 metros de altura, justo en los montes que hacen de frontera entre Turquía e Irán. Baskale significa «fortaleza principal» y, al igual que los restos del castillo que dominan el pueblo, también se pueden encontrar restos de aquella importante comunidad armenia que se llevó el genocidio, o de los judíos que vivieron aquí durante siglos. Pero Baskale hoy es sinónimo de guerra y de contrabando; de guerrilleros y fuerzas especiales, y de mulas cargadas con bidones de gasolina llegadas desde la vecina Irán.
«¿Qué otra cosa podemos hacer?», se queja Murat mientras mantiene las palmas de las manos al calor de la estufa. «La semana pasada, la Jandarma (policía militar turca) mató a uno de los contrabandistas de un disparo. Pero aquí no hay otro trabajo que no sea éste», continúa este veinteañero local que participa activamente en la campaña del DTP, el principal partido kurdo de Turquía.
La foto de Ihsan Güler, el actual alcalde del pueblo elegido por mayoría absoluta y que repite candidatura, aparece entre las banderas del partido, desplegadas por las paredes del local. La rosa roja sobre el amarillo es omnipresente excepto en la única ventana de la habitación, desde la que desentona el blanco intenso de las montañas de Irán bajo el sol de marzo.
Según parece, no es únicamente combustible lo que llega desde el otro lado. Según Nihat, otro joven voluntario del partido, Baskale es un punto estratégico en la ruta de la heroína que llega desde Afganistán. «Las penas son mucho mayores, pero también lo es el beneficio», añade Nihat.
La conversación es interrumpida por los gritos de decenas de niños del colegio, justo al lado: «Quiénes sois?», «Somos turcos», responden al unísono los escolares antes de prometer seguir «el camino emprendido por ti, gran líder Mustafa Kemal Atatürk». Este panegírico al fundador de la República Turca, otro de tantos, es repetido a diario antes de entrar en clase por millones de niños de todo el «imperio»; desde la frontera de Grecia hasta la de Irán. Hasta Baskale.
En cualquier caso, nadie en la sede del DTP hace caso a una letanía que, probablemente, ha perdido todo significado a fuerza de repetirla una y otra vez.
«¿Has paseado por el pueblo?», me pregunta Nihat reparando en un montón de nieve gris de casi dos metros de altura que han de esquivar los coches. «Europa destina partidas para desarrollo pero el dinero nunca llega hasta aquí. Este lugar es horrible, no hay más que barro y porquería», se queja este joven de 22 años que, a falta de algo mejor que hacer, ayuda a su tío en su negocio de bombonas de gas.
El «Che Guevara de Baskale»
Unos montones de papeletas electorales descansan sobre la única mesa de la sala. Contienen las siglas de los ocho partidos que concurren en Baskale, y un círculo bajo cada una de ellas. Dentro del que corresponde al del DTP hay un evet («sí», en turco), para facilitar las cosas a aquellos que no saben leer. Aquí son muchos.
«Aún así, nunca puedes estar seguro», asegura Nihat. «Siempre hay bolsas con votos que se pierden de camino al lugar del recuento, censos `inflados' con policías y soldados acuartelados en la zona...Aquí tienen orden de votar al AKP. Lo hacen a disgusto pero no les queda más remedio porque los kemalistas del CHP no tienen representación en esta zona», explica el joven con un gesto de decepción que apenas oculta con un sorbo a su taza de té.
El silencio en la sala es roto de nuevo, esta vez, por los sones del «Oramar» que se escucha desde un altavoz en la furgoneta del DTP. Se trata de esa canción kurda tan pegadiza que se ha convertido en el himno del partido durante la campaña. Oramar es un pueblo en las montañas de Sirnak desde el cual los kurdos lanzan un mensaje a los turanios (en referencia a los turcos): «Llegastéis a caballo y volveréis andando». El estribillo arranca los aplausos de la comitiva y se multiplican los dedos en «V». No hay lugar a equívocos, es el signo universal de la victoria, pero también es el de apoyo a la guerrilla del PKK. El ambiente es totalmente festivo y los asistentes bailan el helay, la danza tradicional kurda, a la entrada de la sede. Lidera el grupo Ihsan Güler, que marca el paso con sus botas de goma amarillas.
Una riada de gente invade el local al acabar el baile por lo que el chico del té trabaja frenético para atender a todos los miembros de la comitiva. El alcalde tampoco da abasto para saludar con un apretón de manos y un beso en cada mejilla a todos los que se le acercan pero, finalmente, consigue sentarse en una de las sillas de plástico junto a la estufa.
«El principal problema de Baskale es el desempleo», explica Güler levantando la voz para hacerse oír entre la algarada. «En realidad, es el problema de todos los kurdos. Se nos trata como a ciudadanos de segunda y eso se refleja en todos los ámbitos; en el político, el social, el económico... Erdogan engañó a nuestra gente prometiendo trabajo y una solución al conflicto en 2005, pero seguimos igual, o incluso peor que antes», añade este antiguo guerrillero del PKK, que está plenamente convencido de que el DTP recuperará hoy municipios históricos como el de la ciudad de Van, hoy en manos del AKP.
«Es el `Che Guevara' de Baskale», dice del alcalde Adile, una de las escasas mujeres presentes en la sede. Todavía son muy pocas la que como ella se atreven a romper los lazos feudales que las condenan a ser «marginadas entre marginados» y a salir a la calle como lo hacen los hombres. Y no es broma, porque en zonas de montaña como Baskale, los «crímenes de honor» están a la orden del día. Una joven puede morir a manos de su padre o sus hermanos por el simple hecho de entablar una conversación con un hombre que no sea del agrado del clan familiar. El simple hecho de vestir pantalones vaqueros y no llevar velo se considera un acto verdaderamente revolucionario.
Tras una breve pausa para comer, el grupo se dispone a hacer un pasacalle por todo el pueblo. La furgoneta, a duras penas, puede abrirse paso entre la nieve y el cenagal, así que toca empujar, una calle sí, y otra también. El barro llega hasta los tobillos e, incluso, salpica el rostro de los que empujan cuando se pone en marcha. Pero todos sonríen.
Las familias salen a las puertas de sus casa al oír el «Oramar», y saludan con el signo de la victoria, que es con el que se dirige Güler a ellos. El mismo que hace en los carteles pegados a los costados de la furgoneta tricolor. Se baila el helay una y otra vez, excepto al pasar delante de la cárcel o del cuartel de Baskale.
Allí no hace falta. Durante el trayecto, el traqueteo de dos helicópteros Cobra recuerda la guerra que se está librando en las montañas. Ni los abucheos ni los gritos de Biji Serok Apo, «Viva nuestro líder Apo (Ocalan)», alteran lo más mínimo la velocidad ni el rumbo sur mantenido de los aparatos militares.
El grupo hace su última escala en la plaza del pueblo, donde los banderines con la bombilla del AKP se confunden con los rojos del Saadet, el otro partido islamista con representación en el consejo municipal. Bajo la imponente estatua ecuestre de Atatürk que preside el lugar, el candidato del DTP se dirige a su pueblo con un discurso que resumen sus últimas palabras: «Esperanza para la victoria».
Repartir bienes de consumo entre los votantes de las zonas más deprimidas del país es una práctica antigua a la par que habitual en Turquía. Según la oficina de Mustafa Yaman, el gobernador de Dersim (Kurdistán Norte), 3.300 familias de la región han recibido aspiradoras, frigoríficos y lavadoras recientemente, cortesía del AKP en el poder. Fotografías en periódicos kurdos corroboraban estos días la noticia y mostraban a gente cargando con lavadoras y colchones nuevos. El partido de Erdogan, que teme un descalabro de su partido en Anatolia Oriental, se excusa diciendo que son «ayudas para los que más lo necesitan».
Por su parte, el YSK, (Alto Comisionado Electoral Turco) ya ha manifestado su intención de llevar a cabo una investigación ante un posible fraude electoral. Dicha comisión añade que muchas de las lavadoras acabaron en localidades que ni siquiera tienen acceso a agua corriente.
Las lavadoras de Dersim se añaden pues a la lista de otros famosos «donativos» realizados por el AKP como el de las sacas de carbón en Estambul, o los paquetes de pasta en Van, entre otros.
Baskale hoy es sinónimo de guerra y de contrabando; de guerrilleros y fuerzas especiales, y de mulas cargadas con bidones de gasolina llegadas desde la vecina Irán.