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Estitxu Martínez de Guevara Gasteizkoak

¡OTAN no, Euskal Herria (verdaderamente) desmilitarizada!

El actual proceso de remilitarización de los conflictos asumido por la OTAN a instancia de Estados Unidos es el origen de la nueva escalada del gasto militar a la que asistimos: sólo entre los 26 países que forman actualmente la OTAN suman dos terceras partes del gasto militar mundial y el 75% de las exportaciones militares son realizadas por países miembros de la OTAN

La OTAN celebra el próximo día 4 de abril, con una cumbre en Estrasburgo, su 60 aniversario y, como están reivindicando grupos y personas en todo el mundo, las gentes antimilitaristas gasteiztarras también queremos «sugerir» que el acto principal de esa celebración sea su disolución, y creemos que razones nos sobran para ello.

En primer lugar porque ni hace 60 años ni ahora compartimos la idea de que la forma de resolver los conflictos entre personas, poblaciones o estados sea la creación de estructuras militares que impulsen (dado su carácter, su función no es otra) el rearme, la dinámica de enfrentamiento bélico mediante la militarización de los conflictos y, consecuentemente, las guerras y agresiones militares unilaterales. A eso y no a otra cosa se ha dedicado la OTAN en sus 60 años de existencia.

En segundo lugar, porque si bien nunca nos hemos creído la excusa utilizada para la formación de esta alianza militar (defender a los países del llamado mundo occidental del «peligro soviético»), la propia Historia se ha encargado de demostrarlo al poner sobre la mesa que 20 años después de la desaparición del bloque soviético la OTAN sigue sin haberse disuelto.

Pero es que, además, en los últimos años hemos asistido a un progresivo incremento del intervencionismo militar de la OTAN. Así, en 1999 decidió incrementar su marco de actuación (hasta entonces limitado a los países que componen la organización) sin marcarle ya ningún límite geográfico. Igualmente, una vez desaparecida la URSS, ha reformulado el concepto de enemigo al que se enfrenta, definiéndolo en la actualidad con un ambiguo «terrorismo internacional» al que declara una guerra total y sin final, es decir, una guerra mundial, total y sin enemigo concreto definido.

Esa declaración de guerra total y sin final incrementa su gravedad si tenemos en cuenta que la OTAN es una organización claramente imperialista. Por un lado, porque internamente es Estados Unidos quien impone a sus aliados la política a seguir. En segundo lugar, porque desde hace años ha decidido hacer oídos sordos a los criterios de la ONU (por ejemplo, en Afganistán) y adoptar unilateralmente las decisiones sobre dónde es «recomendable» o no intervenir militarmente. Igualmente, porque ha dado o da cobijo en su seno a países cuyas poblaciones estaban padeciendo o padecen dictaduras (Portugal, Grecia, Turquía...) y apoyado públicamente las agresiones militares de sus estados amigos (por ejemplo, Israel).

El actual proceso de remilitarización de los conflictos asumido por la OTAN a instancia de Estados Unidos es el origen de la nueva escalada del gasto militar a la que asistimos: sólo entre los 26 países que forman actualmente la OTAN suman dos terceras partes del gasto militar mundial y el 75% de las exportaciones militares son realizadas por países miembros de la OTAN. Consecuencia directa de ambos procesos es una nueva carrera de armamentos que no solamente va a llevar a cientos de miles de nuevas muertes en nuevas guerras, sino que ya está matando anualmente a millones de personas, pues los presupuestos utilizados en la escalada belicista son detraídos de los recursos que podrían suponer la salvación para las poblaciones que mueren de hambre, sed, enfermedades fácilmente atendibles...

Creemos evidente a estas alturas que la OTAN es el instrumento que asegura militarmente los privilegios e intereses de los poderosos países occidentales, enriquecidos a base de esquilmar y explotar los recursos naturales y materias primas (petróleo, gas, agua, uranio, cobre, coltán...) de gran parte del resto del mundo, a cuyas poblaciones se ha condenado a un no futuro del que, en parte, tratan de salir emigrando, aún a costa de perder la vida en el intento. Porque por el camino no sólo encontrarán las dificultades del viaje, sino las murallas, verjas, policías y militares que los países de la OTAN han levantado para impedir su acceso y, lo que es peor, la incomprensión y rechazo de la gran mayoría de las poblaciones occidentales, contagiadas por el militarismo de la ideología otanista que ha declarado enemigo, también, a ese tipo de migración.

En Euskal Herria, desgraciadamente, aunque hace ya 23 años que nos opusimos a la integración en la OTAN, no nos es ajena esa militarización de las mentes y las vidas que la Alianza impone. Nuestros impuestos siguen alimentando el gasto militar. Un centenar de empresas vascas participan en el llamado complejo militar industrial que recibe subvenciones de todo tipo de instituciones, dilapida recursos y capacidades intelectuales y profesionales en investigación y desarrollo de nuevos armamentos, y se enriquece exportando material militar que posibilite nuevas guerras. Además, y es lo más grave, aunque mayoritariamente sigamos oponiéndonos a las alianzas militares y a los ejércitos, no somos capaces de plantearnos que, como hemos analizado, es nuestro modelo de vida occidental el que justifica su existencia, ya que la práctica de las múltiples injusticias globales en las que se sustenta sólo puede ser mantenida por la fuerza de las armas y la amenaza de guerras. Por ello, reclamar la abolición del militarismo pasa necesariamente por impulsar la abolición también de ese modelo de vida.

Ahora que el militarismo de la OTAN cumple 60 años, nos unimos a la convocatoria de concentración que contra la guerra y la crisis han convocado organizaciones gasteiztarras para hoy, miércoles 1 de abril a las 7:30 de la tarde en la plaza de la Virgen Blanca. No obstante, y más allá de esa movilización, queremos plantearnos un reto como objetivo conjunto: probablemente la mejor forma -y tal vez la única realmente efectiva- de acabar con el militarismo que supone la OTAN, es cuestionarnos y oponernos al modelo de vida occidental que lo justifica, construyendo otro basado en las verdadera igualdad y justicia a escala planetaria y la cooperación sin barreras entre todas las personas y poblaciones que habitamos el planeta.

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