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Trabajo sumergido, precariedad laboral

El 60% de la población activa mundial trabaja sin un contrato laboral formal y sin las prestaciones sociales preceptivas, según cifras hechas públicas ayer por la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), organismo que también pone de manifiesto que el volumen de trabajo sumergido, lejos de reducirse, sigue una clara tendencia hacia un crecimiento que lo llevará hasta el 66% en 2020. Hoy, más de 900 millones de personas son consideradas oficialmente «informales» -desprovistas de Seguridad Social-, y esa cifra se acerca a los 2.000 millones si se incluye la fuerza de trabajo del sector agrícola.

El informe de la OCDE -club de los países ricos- dibuja con claridad en su informe los rasgos de la precariedad laboral, sinónimo de pobreza en los cinco continentes: 700 millones de personas viven en situación de indigencia extrema y 1.200 millones más subsisten con menos de dos dólares diarios. Y aunque el organismo insiste en vincular el fenómeno a los países en vías de desarrollo -donde, evidentemente, sus efectos son devastadores- el trabajo sumergido es actualmente en nuestro entorno una práctica habitual que, con el advenimiento de la crisis, se ha acentuado de forma considerable como peligrosa fórmula de escape al estrechamiento que sufren los canales formales de empleo y ante la imperiosa necesidad de «competir» en la desbocada carrera de abaratamiento de costos a la que empuja un mercado contraído hasta la amenaza de asfixia. Carrera que azuzan, precisamente, los países de la OCDE.

¿Y cómo combatir el empleo sumergido? Ésa, que es la parte más complicada del informe presentado por la OCDE, también es la de menor extensión. Se limita a reclamar a los gobiernos de los países pobres que propongan empleos más productivos y una protección social adecuada, para lo que -sugiere- hay que reforzar los incentivos de empleo formal y, a la vez, incrementar los mecanismos de control del fraude. Fácil de decir, difícil de hacer. Tanto que ni siquiera el propio club de los países ricos se molesta en aplicarlo.

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