La población tamil sigue huyendo sin rumbo fijo y sin refugios seguros
La población tamil sigue huyendo sin rumbo fijo de los combates y bombardeos de la aviación de Sri Lanka. Iglesias, escuelas, playas e, incluso, los árboles se han convertido en improvisados refugios. Médicos sin Fronteras alertó de la saturación de los hospitales en la zona bajo control del Gobierno y del grave estado de los desplazados. En el plano internacional, el Estado francés sugirió una operación conjunta con Gran Bretaña para evacuar a los civiles.
GARA |
Alrededor de 30.000 tamiles se concentraron ayer ante el Parlamento de Canadá en Ottawa para exigir «el fin del genocidio». Llevan dos semanas reuniéndose a diario para presionar al Ejecutivo y llamar la atención de la comunidad internacional. Una parte importante de la diáspora tamil se concentra en Canadá, donde viven 300.000. «Si en Australia se incendia un bosque, el Gobierno interviene, pero, en cambio, ignora nuestra situación», lamentó Senthan Nada, uno de los convocantes de la protesta. El Gobierno se negó a entrevistarse con ellos.
Quien sí lo hizo fue el líder del Partido Liberal, Michael Ignatieff, que expresó su «inquietud por la escalada de violencia» e instó al Gobierno a que «tome la iniciativa denunciando esta violencia y enviando ayuda humanitaria».
Las cifras de víctimas mortales y heridos aumenta a diario. La ONU calcula que más de 4.500 personas han muerto desde enero, cuando se recrudecieron los combates. Su portavoz en Sri Lanka, Gordon Weiss, calificó de «crítica» la situación de los civiles -entre 20.000 y 100.000- que permanecen en la zona bajo control de los Tigres de Liberación de la Tierra Tamil (LTTE). La guerrilla resistía en una lengua de tierra longitudinal de unos 17 kilómetros cuadrados que limita con el mar por el este y que está conectada con el resto de la isla mediante puentes y estrechas franjas de tierra. «Si la zona ya era pequeña, ahora ha quedado reducida en un tercio y cada vez es más difícil encontrar refugio», subrayó Weiss.
El portavoz del Ministerio cingalés de Defensa, Keheliya Rambukwella, declaró a la edición digital del «Daily Mirror» que la guerrilla dominaba un territorio de doce kilómetros cuadrados.
Los civiles seguían huyendo de los combates y bombardeos de la aviación cingalesa. La web Tamilnet denunció que ayer el Ejército bombardeó con morteros Valaignarmadam «matando y mutilando a civiles que buscaban refugio». Remarcó también que el fuego de la aviación estaba dificultando la evacuación de los heridos por parte del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR). Al parecer, el Ejército lanzó por la tarde fuego de artillería desde Manthuvil, en Puthukkudiyiruppu, hacia el estrecho costero de Mullivaaykaal.
En ese momento, personal local del CICR estaba facilitando las coordenadas del lugar a un barco de esta organización para que pudiera acercarse a la orilla y trasladar a 500 heridos de gravedad. La operación se desarrolló en medio de ataques aéreos.
Por su parte, la ONG Médicos sin Fronteras (MSF) afirmó en un comunicado que la mayoría los civiles que han logrado huir de la región de Vanni, bajo control de la guerrilla, presentan heridas de metralla y minas.
Desde el lunes, cirujanos de MSF y personal del Ministerio de Sanidad han estado «trabajando sin parar» para atender a más 400 heridos de guerra que han llegado al hospital de Vavuniya, territorio conquistado por el Gobierno. «Los autobuses siguen llegando y descargando cadáveres. Muchos heridos han muerto por el camino», relató Karen Stewart, responsable de salud mental de la ONG .
«Casi todo el mundo ha dejado a alguien en la zona de conflicto. Alrededor del 85% de la gente con quien he hablado ha sido testigo de cosas terribles, como estar en un búnker y que, de repente, un proyectil entrara y matara a la mitad a la gente que estaba dentro. Otra persona me dijo cómo una vez se fue a buscar agua y cuando volvió, todo el mundo en el búnker estaba muerto», resaltó. «La situación es caótica. Las camas, una junto a la otra, parecen un jergón gigante. En vez de tener a una persona por cada cama tenemos a dos y a una tercera debajo. Hay más de 1.200 pacientes en el hospital cuando su capacidad es para 400», explicó.
Los que llegan de la zona de guerra son internados en campos custodiados por el Ejército y paramilitares cingaleses. Éstos están llegando a su máxima capacidad. «En ocasiones, una familia entera tiene que vivir en el espacio de un sofá. No hay libertad de movimiento entre los campos y sólo una minoría tiene información sobre sus seres queridos», manifestó. Algunos organismos han denunciado la vulneración de derechos humanos en estos centros.
Para Mahinda Samarasinghe, ministro de Derechos Humanos y Gestión de Desastres, «no son hoteles de cinco estrellas, pero estamos haciendo todo lo posible para mejorar las áreas que quedan pendientes».
En la esfera internacional, el Gobierno francés anunció que intentará organizar con Gran Bretaña una operación humanitaria para evacuar a los civiles. El titular de Exteriores, Bernard Kouchner, indicó que hoy hablará de esta opción con su homólogo británico, David Miliband. El objetivo es que «los barcos intervengan lo más cerca posible porque la gente está en las playas y algunos se ahogan».
En plena ofensiva militar y tras vencer el ultimátum de 24 horas, el Gobierno de Sri Lanka anunció la «entrega» del portavoz y un intérprete del LTTE. Según el Ejército, Daya Master, encargado de las relaciones con los medios en los últimos años, y el intérprete apodado George, que al parecer hacía labores de traducción para el líder rebelde Thamilselvan, muerto en un ataque en noviembre de 2007 y considerado la «cara pública» de la guerrilla, se entregaron a las fuerzas armadas en Puthumathalan.
El Ejército afirmó que otros dos importantes responsables del LTTE, a los que identificó como Kalandan y Vijayan, murieron el martes por la noche en otro «ataque decisivo». Un portavoz militar indicó que han tomado «entre un 10 y 15%» del territorio controlado por los tamiles.
En un mitin celebrado ante unas 3.000 personas, el presidente cingalés, Mahinda Rajapaksa, afirmó que no concederán la amnistía al líder del LTTE Vellupillai Prabhakaran. Sostuvo que en consonancia con «las tradiciones del budismo -religión mayoritaria en Sri Lanka-, el Gobierno está dispuesto a perdonar a aquellos preparados para variar su camino hacia otro mejor». «El perdón hubiera sido posible para Prabhakaran si se hubiera rendido, entregado las armas y abandonado la violencia, en lugar de causar tanto sufrimiento al pueblo», incidió.
Se dice que Prabhakaran lleva en el cuello una cápsula de cianuro en caso de ser detenido. Mientras que sus detractores resaltan su carácter militar y la imposibilidad de llevar a cabo un proceso de diálogo con él, sus partidarios recuerdan que en 2002, en pleno proceso de paz auspiciado por Noruega y roto por Colombo en 2008, inició el decomiso de armas y permitió la apertura de una ruta terrestre en la península de Jaffna.
El primer ministro británico, Gordon Brown, pidió un alto el fuego. Tras hablar con el presidente cingalés, Mahinda Rajapakse, indicó que una delegación parlamentaria podría viajar a Sri Lanka para evaluar la situación.
En noviembre de 2006, el líder del LTTE, Velupillai Prabhakaran, afirmó en un mitin que «el chauvinismo cingalés no nos deja otra opción más que crear un estado independiente para el pueblo tamil».