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Fede de los Ríos

No se preocupen por el paro, estamos en buenas manos

La racionalidad del común de los mortales es limitada, por eso existen los expertos, por eso, aunque a veces parezca un acto de masoquismo, les votamos

Ya son más de cuatro los millones de parados en el país donde Juan Carlos I de Borbón es rey. A un ritmo de 6 parados por minuto, es decir, 8.640 diarios. Si lo multiplicamos por los 365 días que tiene un año, el 26 de abril del año próximo deberemos sumar 3.1536.00 a los cuatro millones existentes. No está mal en una población activa de unos 23 millones (incluidos como activos familia real, jueces, policías, curas y militares).

Por descontado, nuestros líderes políticos, económicos y religiosos, con el altruismo que les caracteriza, muestran gestos de un denodado afán por la superación de un problema que afecta a sus gobernados. Dicen, al unísono, que tras «frías cifras del paro, se esconden personas de carne y hueso viviendo auténticos dramas». Nadie duda de la empatía que destila tal afirmación.

Lo que no resulta tan claro son sus propuestas. La vicepresidenta, María Teresa Fernández de la Vega, anunció ayer desde El Cairo la creación de un título de grado medio para quienes carezcan de formación pero que acrediten experiencia en el cuidado de personas dependientes o en educación infantil, lo que permitirá «a muchas mujeres entrar al mercado laboral con calificación y acceder a los puestos de trabajo» que el Gobierno tiene previsto crear. De momento, serán paradas... sí, pero con título. Dicen que hasta Nefertiti y la propia Cleopatra aplaudieron como locas.

Los responsables de la política económica estudian penalizar las prejubilaciones y retrasar la jubilación, al tiempo que el ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, se niega a un aumento de las prestaciones por desempleo.

Los de la CEOE, sacrificados empresarios, exigen al Gobierno el abaratamiento de los despidos. Dicen que es una garantía para la única finalidad de su existencia, la creación de puestos de trabajo. Eso, una reducción de sus impuestos y, en compensación, una ampliación de la jornada laboral de los trabajadores.

A los neófitos en temas de economía las propuestas anteriores pudieran parecernos totalmente antagónicas para con los fines que dicen servir. Pero la racionalidad del común de los mortales es limitada, por eso existen los expertos, por eso, aunque a veces parezca un acto de masoquismo, les votamos; dejamos que organicen el trabajo, la producción de los bienes que manufacturan nuestras manos; que nos expliciten cuáles son nuestras necesidades reales y cuáles no; que organicen nuestro ocio y descanso, tantas veces inmerecido. En definitiva, que estructuren y determinen nuestra existencia despreocupándonos de cualquier toma de decisión propia sobre cómo queremos desarrollar nuestra efímera existencia en este mundo.

A los líderes espirituales también les preocupa el sufrimiento de los parados, incluso de los no natos. En cada eyaculación desaprovechada ven un genocidio de parados. En cada embrión perdido, un trabajador desperdiciado. Actos de rebeldía contra la ley natural.

Bienaventurados los mansos, porque ellos trabajarán la tierra en beneficio de los poseedores.

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