El Ejército cingalés afirmó ayer que rompió por dos puntos las posiciones defensivas de la guerrilla tamil en su último reducto en el distrito norteño de Mullaitivu.

Siempre según la versión de los militares cingaleses, que no puede ser contrastada porque Colombo impone un férreo bloqueo de la zona, los soldados de las divisiones 53 y 58, «que participan en el ataque final al último territorio guerrillero», encontraron «fuerte resistencia, pero lograron hacerse con el control de dos fortificaciones» localizadas al sur y al sureste de la localidad de Valayarmadan.

Tras tomar el control de 600 metros de la fortificación tamil, una especie de trinchera invertida construida con tierra, los soldados cingaleses empujaron a los miembros de los Tigres para la Liberación de Tamil Eelam (LTTE) más hacia el sur, hacia el municipio de Mullivaikal.

«Las líneas defensivas estaban fuertemente minadas para restringir el flujo de los rehenes [la población tamil atrapada en la zona, según la denominación militar cingalesa] y los avances militares», aseguró la web del Ministerio cingalés de Defensa.

El Ejército de Sri Lanka comenzó hace ocho días su «ofensiva final» contra los Tigres tamiles, que resistían en una franja de 17 kilómetros cuadrados en el distrito de Mullaitivu y que ahora controlan apenas seis kilómetros cuadrados, según Colombo.

La ONU calcula que unos 50.000 civiles siguen atrapados en la zona, en la que el Gobierno se comprometió el lunes a cesar los bombardeos y ataques con armamento pesado.

El LTTE volvió a denunciar ayer, sin embargo, que las Fuerzas Aéreas bombardearon el lunes el área de Mullivaikal, según la página web Tamilnet.

«El lunes por la noche hubo numerosos tiros de mortero que venían de todas las direcciones», resaltó Tamilnet. Afirmó que 139 personas resultaron heridas.

Las fuerzas militares de Colombo, sin embargo, volvieron a negar «haber bombardeado la zona» del conflicto e incluso «haber utilizado en el pasado armamento pesado contra zonas habitadas por civiles», según señaló su portavoz, el general Udaya Nanayakkara.

Este oficial precisó que «las operaciones terrestres para arrancar territorio y liberar a los civiles retenidos por el LTTE continúan».

Tras padecer durante una semana las presiones internacionales y la cólera de la diáspora tamil en Occidente, Colombo anunció el lunes que disminuiría la intensidad de la ofensiva contra la bolsa rebelde.

Convencido de estar a punto de vencer un conflicto que comenzó en 1972, el Gobierno de Colombo informó de que ha ordenado «que cese el empleo de armas de gran calibre, aviones de combate y bombardeos aéreos que pudieran provocar víctimas civiles».

El LTTE, sin embargo, ha denunciado que el Ejército cingalés continúa con estas prácticas.

El responsable de Asuntos Humanitarios de la ONU, John Holmes, que se encuentra en Colombo desde el lunes, se felicitó por el anuncio de esta medida, «que esperemos sea verdaderamente respetada en esta ocasión, no como ha ocurrido anteriormente».

Holmes abandonó Colombo «decepcionado» porque no obtuvo luz verde del presidente cingalés Mahinda Rajapakse para que un equipo de ayuda humanitaria de la ONU pudiera acceder a la zona de conflicto, como pidió Ban Ki-moon.