Ariane Kamio Periodista
Hablar no es casi nunca cierto
Hablar de amor es, como casi siempre, hablar de personas que cuentan con la «Q de Calidad» que les otorga el beneplácito para mantener relaciones sentimentales idealmente apasionadas y que crean la envidia de cualquier soltero que aún no ha podido acariciar el cielo.
Hablar de sexualidad es, como casi siempre, hablar de hombres y mujeres que expresan libremente sus sensaciones, que se declaran como ciudadanos de última generación, abiertos a todas las orientaciones pero que guardan con recelo su condición heterosexual y su derecho de expresar libremente la ebullición hormonal por la que están pasando.
Sin embargo, ocultar el amor es, como casi siempre, ir en contra de los moldes sociales y verse obligado a acomodarse a los estereotipos que, a pesar de que existan cada vez más voces a favor de la igualdad entre sexos, orientaciones y demás preferencias, siguen siendo punta de lanza de los prejuicios contemporáneos.
Ocultar la sexualidad es también, como casi siempre, vivir condenado bajo la sombra de severos buitres que sobrevuelan constantemente los terrenos más fangosos, donde les es más fácil ver a sus presas caer rendidas, sin posibilidad alguna de poder salir adelante. Y no existe presa más sabrosa que una persona que, cargando con varios años a sus espaldas, decide romper un molde más y declarar un nuevo reto solitario ante una sociedad ansiosa de matar lentamente.
Hablar de homosexualidad no es casi nunca hablar de personas mayores que, por A o por B, mantienen escondida su opción sexual hasta que un día se les abre una ventana hacia ese cielo que es para muchos inalcanzable; no es casi nunca hablar de sexo entre dos hombres/mujeres que también son testigos de un autodesbordamiento hormonal y un descubrimiento tardío, pero no menos apasionante; no es casi nunca hablar de sentimientos que florecen de manera natural; no es casi nunca hablar de personas. Hablar, no es casi nunca cierto.