Supersticiones en el fútbol: desde los calzoncillos de mutu al agua bendita de Trapattoni
Que Joaquín Caparrós no deje de mascar el mismo chicle cada partido o que el ex de la Real Sociedad Valeri Karpin siempre utilizara botas rojas son dos de las manías tan habituales en el mundo del fútbol. Pero, desde luego, no son ni mucho menos las más peculiares. He aquí unas cuantas rarezas.
Como cualquier actividad en la que el éxito se deba, en alguna proporción, a tener algo de suerte, el fútbol no se libra de las supersticiones. La lista de ejemplos, tanto entre entrenadores como entre jugadores es amplia, pero no exenta de casos muy llamativos. El del argentino Carlos Bilardo es de los más extremos. Como seleccionador de la Albiceleste solía entrar a la cancha con una estatua de la virgen, y hasta llegó a prohibir a sus jugadores comer pollo en las concentraciones porque traía mala suerte... El técnico es especialista en vincular las victorias con cualquier hecho: vestir una prenda en particular o tomar una determinada ruta al estadio. Durante un tiempo hizo que los jugadores viajaran en taxis hasta la cancha, después de atribuir a este medio de transporte el triunfo en el debut de un torneo, al que llegaron en taxi tras la avería del autobús. Pero si se le pregunta por las cábalas, responde: «Yo no creo en eso...».
Siendo técnico de Estudiantes en el Torneo Apertura 2003, una mujer brasileña se le acercó para desearle suerte y como el Pincha ganó aquel partido, Bilardo le pidió que los días previos a cada fecha hablaran por teléfono para augurarle el éxito. Más desconcertada debió quedar una novia que celebraba su boda en el mismo hotel donde se alojaba la Albiceleste en la Copa Mundial de la FIFA Italia 1990. 22 futbolistas argentinos interrumpieron la fiesta para saludarla uno por uno. Bilardo creía firmemente que las novias traían suerte. Al día siguiente le ganaron a Brasil.
Su compatriota Reinaldo `Mostaza' Merlo, centrocampista de River en los 70, no se queda corto. El técnico, que acababa de dejar el banco de Rosario Central, hace «cuernos» con la mano cada vez que el equipo rival ataca. Además está convencido de que las flores traen mala suerte. Obviamente, los hinchas rivales siempre le reciben lanzando enormes cantidades de flores a su banco.
Colores y corbata
Algo más común es la superstición de Luis Aragonés. El ex-seleccionador español, que tiene auténtica fobia al amarillo, obligó al capitán Raúl a cambiar de camiseta de ese color en un entrenamiento. Su manía le acarreó un disgusto diplomático al entenderse como descortés su rechazo a un ramo de flores amarillas que le querían entregar a su llegada a Dortmund en Alemania 2006.
El actual entrenador del VfL Wolfsburg, Felix Magath, llegó a repetir corbata verde durante 10 partidos seguidos este año. ¿El resultado? Su equipo los ganó todos e igualó el record de la Bundesliga. La corbata es una cábala recurrente. Las del argentino Ricardo La Volpe son famosas por sus estampados de dragones, casi tan importantes para él como la planificación de los partidos.
La obsesión de Mario Lobo Zagallo, en cambio, es el número 13. Todo por su devoción a San Antonio, cuya fiesta se celebra el 13 de junio. Por eso vive en un 13º piso, se casó un 13 de enero y pidió la camisa 13 allí donde jugó. Cree que las 13 visitas al santo tras su operación por un cáncer de estómago le ayudaron a curar. Zagallo, que ganó trece partidos como entrenador en Copas del Mundo, auguraba la victoria de Brasil en Alemania 2006, porque debutó el mismo 13 de junio y el nombre de su técnico, Carlos Alberto Parreira, sumaba 13 letras. Pero el 12 se cruzó en el camino... A los 12 minutos del segundo tiempo del partido de cuartos de final, el 12 de Francia, Thierry Henry (12 letras), iba a anotar el gol de la eliminación de Brasil. Y ¡qué contariedad!, fue su marcador Roberto Carlos (13 letras) quien falló en la cobertura.
El seleccionador de aquella Francia, Raymond Domenech, no se fija en los números sino en las estrellas, y no duda en consultar los horóscopos antes de anunciar una convocatoria o una alineación. Johan Micoud llegó a achacar a esta costumbre su ausencia en el Mundial: «Quizás no estoy en la selección porque mi signo del zodiaco es Leo y ya hay demasiados en el equipo de Francia». Parece que el técnico teme los excesos de Leos y Escorpios en el vestuario, aunque él niega la cábala: «Las supersticiones traen mala suerte», dice.
Mientras Giovanni Trapattoni confía más en el agua bendita que le hace llegar su hermana monja y con la que rocía parte del campo de juego.
El supermaniático John Terry
¿Y qué hay de quienes saltan al césped? Pues los rituales no son menos. Entrar a a ese césped con el pie derecho, santiguarse antes del pitido inicial, no pisar la línea de cal o evitar tocar el trofeo cuando se salta al campo en la final, son gestos que hemos asumido como naturales cuando, en el fondo, no son más que cábalas llamadas a atraer la buena suerte. Es más, en la actualidad extraño es el futbolista que no practica al menos una de estas ceremonias.
Como la fijación del jugador del Chelsea John Terry con sus espinilleras. Siempre utilizaba las mismas y cuando las perdió en un partido de Liga de Campeones de la UEFA en el Camp Nou se sintió desahuciado: «Las usé durante tanto tiempo que pensé: `ya está, se acabó'. Pero Lampsy (Frank Lampard) me dio unas suyas y por suerte ganamos (la final de la Carling Cup contra el Liverpool en 2005), y se han quedado conmigo. Ahora son mi amuleto». Quizá irracional, Terry reconoce tener un montón de cábalas: «Soy muy supersticioso. Me siento siempre en el mismo lugar del autobús, me pongo tres vueltas de cinta alrededor de las medias, escucho siempre el mismo CD camino al estadio, aparco siempre en el mismo lugar antes de un partido en Stamford Bridge...» Mejor lo dejamos aquí...
Otro supersticioso irredento es el italiano Gennaro Gattuso. Él mismo confesaba a FIFA.com que llegó a pasarlo mal con sus rituales en la Copa Mundial de la FIFA Alemania 2006, aunque finalmente mereciera la pena. «Llevaba cada día el mismo suéter que me puse el primer día. Sudaba a mares y tenía un humor de perros porque no podía quitármelo. Me obsesioné con las supersticiones. Por ejemplo, antes del partido contra la República Checa hice el equipaje para volver a casa», y tuvo que seguir haciéndolo antes de cada uno de los restantes partidos. Pero quizá lo más curioso, sea su manía de leer unas páginas de Dostoevsky antes de los partidos.
Si hay una costumbre habitual entre los futbolistas es la de utilizar siempre la misma ropa interior (confiamos que previo paso por la lavadora), como hace el rumano Adrian Mutu. En el caso de René Higuita tenía que ser de color azul. ¿Por qué? «A fines de los 80, el Atlético Nacional no podía ganarle al Millonarios. En eso llegó Carlos Perea y fuimos juntos a ver a una señora que leía la suerte. Nos dijo que nos habían hecho alguna brujería y nos envió una correa y calzoncillos azules para todos los jugadores. Anduvimos bárbaro: ganamos todo y llegamos a conquistar la Copa Libertadores. Desde entonces aún los uso», explica.
El ex jugador chileno Iván Zamorano acostumbraba a jugar con una venda blanca en la muñeca derecha. No se trataba de una lesión incurable, sino una fijación que nació en el Saint Gallen de Suiza cuando tuvo una molestia en dicha zona y para seguridad le pusieron una protección de ese color. Aquel día hizo tres goles. Ya nunca se quitó el vendaje. Así también se explica la cinta que luce Juan Sebastián Verón en la rodilla derecha. «Comenzó por una lesión que tuve en 1997 y luego me la dejé por cábala. ¡Y no creo que la abandone, porque mal no me ha ido!», confesó a FIFA.com.
El beso de Blanc a la calva de Barthez
En Francia 1998, el capitán de la selección anfitriona Laurent Blanc no olvidaba besar la cabeza calva de su portero Fabien Barthez y tampoco les fue mal. El equipo compartía otro ritual: escuchaban en el vestuario el éxito de Gloria Gaynor ``I Will Survive''. ¿Otro ejemplo musical? La plantilla del Colo Colo logró la Copa Libertadores de América en 1991 bajo la rigurosa disciplina de hacer el calentamiento bajo los acordes de ``Sopa de Caracol'', un hit de Banda Blanca en aquellas fechas.
Gary Lineker nunca disparaba a gol durante los calentamientos pues temía que si marcaba entonces, ya no lo haría en el partido. Y si no anotaba en el primer tiempo, cambiaba su camiseta en el descanso... Cuando la sequía duraba mucho, los solucionaba con un corte de pelo.
Menos mal que Bobby Moore y Paul Ince no coincidieron en el mismo equipo. Ambos insistían en ser los últimos en abandonar el vestuario, el primero para ponerse los pantalones estándo solo y el segundo para salir corriendo y ponerse la camiseta camino del césped. A Kolo Toure, la manía de ser el último en entrar al campo, le costó una amarilla por retrasarse demasiado mientras esperaba al rezagado William Gallas en un partido de Liga de Campeones entre el Arsenal y la Roma. Al menos, quien también fuera barcelonista, el brasileño Sony Anderson, entraba siempre al campo a tiempo, aunque a la pata coja y siempre con la derecha.
El gran portero vasco Andoni Zubizarreta, tras la poca suerte que le daba la camiseta rosa o roja, acabó con el verde. O el que fuera portero del Atlético y Depor, Molina, que se vestía de amarrillo chillón porque él delantero, al ver ese color, tiende a tirar a la diana». ¡Qué diría el gran Yashin y su indumentaria negra, como la del `txopo' de San Mamés!
El alemán Mario Gómez es el único jugador que no canta el himno antes de cada partido y no porque no se lo sepa. En un partido de la selección Sub-15 alemana no lo cantó y anotó un gol. Sigue con el rito aunque no siempre le funcione. Igualmente, antes de cada partido, siempre usa el urinario situado más a la izquierda del vestuario.
Pero en cuestión de orines (con perdón) no podemos dejar de mencionar al portero argentino Sergio Goycochea, especialista en atajar penales en Italia 90. Dicen que su suerte se debía a que antes de la tanda decisiva orinaba en el centro del campo, rodeado de sus compañeros para no ser visto... Lo repitió y funcionó en la Copa América de 1993 (en las series ante Brasil y Colombia). Aquel fue el último título oficial de la absoluta Albiceleste hasta la fecha. Vamos, como para dar ideas.
Supersticiones de toda índole que no faltan en casi ningún jugador o entrenador. Y cuando fallan, pues para eso están las promesas. El pelo es demasiado a menudo la víctima principal de los más lanzados a la hora de prometer y apostar. Dejar de afeitarse la barba hasta lograr el objetivo, o bien afeitarse la cabeza una vez logrado. Pero hay promesas más peculiares. ¿Recuerdan al jugador canadiense del Deportivo de la Coruña, Julián de Guzmán, ante la inminente visita del Real Madrid diciendo aquello de «si vuelvo a marcar al Madrid, puedo estar un año sin sexo». No marcó y no sabemos si cumplió. Otros sí, como quienes peregrinan, como Javier Irureta, a Santiago de Compostela tras eliminar al todopoderoso Milan. «La próxima vez, apuesto una cena», dijo después. Bueno, siempre que no enseñe su trasero en un escaparate como hizo en 1998 el jugador irlandés Bernie Slaven tras ganar su equipo al Manchester United. «Hacía 68 años desde nuestra última victoria. Creía que era bastante seguro. Fue embarazoso, pero por esa victoria (3-2) valió la pena», decía el atrevido jugador del Boro. Y es que hay que tener mucho cuidado con lo que se promete, no se vaya a cumplir.