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Francisco Larrauri Psicólogo

De la ficción del PNV a la realidad de Alfonso Sastre

El enemigo común que ha unido temporalmente las antípodas (PP-PSOE) en Madrid y ha separado a socios estratégicos (PSE-PNV) en Gasteiz era y es, el derecho a la soberanía El Estado español se encontrará en el Parlamento Europeo frente a un auténtico chinche que convertirá la política oscurantista del Estado en inestable y difícil de mantener.

En los tiempos que ahora no parecen políticamente tan distantes, la dictadura de Franco en Euskal Herria proporcionaba las normas básicas de la sociedad, así como la Policía, las cárceles, las Fuerzas Armadas y el Tribunal de Orden Público -hoy Audiencia Nacional española-, que nunca estuvieron por debajo de la política, para afrontar los peligros internos del separatismo. Y el arma predilecta de aquellos facciosos repudiados por la humanidad para conjurar las libertades y retrasar el reloj de la historia era la censura y la represión pura y dura, tortura incluida, en todos los ámbitos sociales.

Ahora, unas décadas después, el PP y PSE-PSOE, mostrando una disposición a encontrar una forma de coexistencia a pesar del aparente enfrentamiento entre las fuerzas de la reacción y «progreso» -este término ya no es el apropiado aquí en Euskal Herria-, se disponen a enfrentarse otra vez en la historia vasca a un enemigo común. Las razones que les han llevado a actuar así parecen a simple vista evidentes: desplazar al PNV que había ocupado durante treinta años el poder en Lakua. Pero la cuestión es, ¿tan peligroso era lo que hacía el PNV? ¿Tan comprometidas eran la políticas de Garaikoetxea, Ardanza o Ibarretxe para las «fuerzas del progreso»? ¿Tan diferentes eran en la actualidad las políticas del ex socio? ¿No era suficiente el cheque político que les firmaba el PNV para seguir en Lehendakaritza, o bien el enemigo a batir era otro? ¿Qué es lo que, en definitiva, ha organizado y unido a dos adversarios tradicionales y tradicionalistas?

En primer lugar, no sólo para los espías españoles sino para cualquier político español u observador atento, intranquilizaban las reacciones de gran parte del pueblo vasco a los incumplimientos que el propio PNV hacía de sus políticas por el derecho a decidir, y que se reflejaban en una desconfianza cada vez más organizada hacia los líderes del PNV.

En segundo lugar, el PNV en el poder, aunque dócil y conformista -valórense sino las condiciones del cheque-, determinaba no con sus proyectos sino con su apatía una ideología con demasiadas ambiciones soberanas para el Estado español. El seguidismo español en el marco autonomista dejaba en Euskal Herria pues una huella indeleble.

El enemigo común que ha unido temporalmente las antípodas (PP-PSOE) en Madrid y ha separado a socios estratégicos (PSE-PNV) en Gasteiz era y es el derecho a la soberanía, aunque los costos de esta separación, desunión estratégica en términos políticos, seguramente no hipotecarán un futuro acuerdo para responder a la previsible movilización con todo el apoyo posible (léase polo soberanista) contra el actual desembarco español. El mismo fantasma que utilizó Franco para unir a toda la derecha.

Si bien el régimen fascista del siglo XX no era más que un grupo de facciosos que poca cosa podía hacer sino mantenerse en el poder y retrasar el reloj de la historia, ni siquiera incidir en la realidad del país, en la actualidad del siglo XXI, y con una democracia como testigo, lo que no se consiguió antes el poder ahora lo quiere imponer vía homologación, destruyendo las diferentes realidades y expoliando la realidad que el país produce históricamente de forma muy diferenciada. En el pensamiento de Pier Paolo Passolini éste es el auténtico fascismo.

Y los verdaderos sicarios adictos al poder están siempre prestos a adelantarse unos metros para provocar el fuera de juego, sea encubriendo al GAL o construyendo pruebas para ilegalizar partidos; o las dos cosas a la vez. Rubalcaba, el de las bombas o los votos, esta dispuesto a censurar y reprimir a los que no alcanzan un entendimiento con el régimen y también a aquellos con los que el régimen no pueda alcanzar un entendimiento. El inhomologable Alfonso Sastre ha sido uno de ellos y por tanto Iniciativa Internacionalista-Solidaridad entre los Pueblos (II-SP) es la esperanza.

El Estado español se encontrará en el Parlamento Europeo frente a un auténtico chinche que convertirá la política oscurantista del Estado en inestable y difícil de mantener. Mención especial merecerá, sin duda, la práctica de la tortura, violencia decretada desde arriba para quebrar cuerpos y espíritus, auténtico banderín de enganche con el ancien regime, y donde se prima el racismo político anclado en los legisladores a los que el Gobierno confía la censura contra los que osen denunciar el tormento en Euskal Herria.

Cuando se desactiven los conflictos internos, podremos hablar de democracia. Mientras al PSOE no le queda otra opción que alinearse junto a su único aliado efectivo, hoy la españolidad del PP y quizás mañana otra ficción homologable. Sin embargo es la objetividad de Sastre con iniciativa Internacionalista-Solidaridad entre los Pueblos la que hoy se anticipa y apuesta por la solución. Mientras, la etiqueta de fascismo, aunque adecuada, resulta insuficiente.

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