«Lo que nos pide el cuerpo es hacer música basada en el tecno y el rock»
Mikel Kormenzana
Responsable de la ejecutiva de EHNE de Bizkaia
Los ganaderos y baserritarras llaman a la sociedad a sumarse a la marcha y manifestación que desde Karrantza llegará a Bilbo mañana en defensa de los productores de leche y de la agricultura en general. Denuncian que las administraciones y los europarlamentarios favorecen a la gran industria, que es «la culpable del deterioro» del sector. El futuro lleva a la desaparición de los 800 productores de leche que hay en Hego Euskal Herria, cuando hace veinte años llegaron a 13.000 explotaciones.
Pablo CABEZA | BILBO
La historia de Souvenir es la derivada de uno de los músicos más dinámicos de la escena alternativa, Jaime Cristóbal. Con sus primeros acordes aparece en Ritual de lo Habitual, banda nacida en Iruñea en 1992 y rota en 1999. Siete años en los que funciona con relativa regularidad y en los que deja algunos excelentes apuntes en álbumes como «Shy» (1995) o «The same one» (1997). De 1993 a 2002 se integra en Glitter Souls, grupo de alta intencionalidad musical y, sin duda, entre los grandes nombres del rock de la época por encima de su escaso e injusto impacto. Continuando con los desdoblamientos -Jaime siempre ha sido un músico vigoroso, de recursos e inquieto- de 1995 a 2002 es parte de The Brillantina's, otra de las formaciones más sugerentes y apreciadas de la escena. Por fortuna, The Brillantina's vuelve a reformarse a finales del año pasado, por lo que caben buenas noticias para este 2009. El guitarrista también pasa a mediados de los noventa por otra banda de estimable porte, Beautiful Loser. Su implacable agitación le lleva también a tocar la batería, aunque por corto periodo de tiempo, en Sparky's Dream. Todas ellas experiencias nacidas en Iruñea.
Souvenir se crea en 1999, una vez más, en paralelo con el resto de formaciones. Jaime forma el proyecto junto a su compañera Patricia de la Fuente. Formalmente no fueron un dúo, pero con el paso del tiempo la historia tornó en dueto, con él curioseando por todos los pliegues de la música y Patricia aportando con aplomo el tono sensual y artístico del pop francés de los sesenta/setenta. La primera canción que se materializa aparece en el recopilatorio «Mascotas. Una recopilación Jabalina», en septiembre de 1999, donde interpretan «Belles-de-jour». En febrero de 2000 debutan con el mini cedé «La femme aux mille visajes», que presenta un proyecto de pop sensible enraizado con la chanson francesa y el cálido y esponjoso pop de los sesenta/setenta. En realidad, son las referencias de situación, pero Souvenir, por los antecedentes del creador, se dibuja como un proyecto dinámico a la espera de desarrollo y ramificación.
Los perfiles estilísticos se mantienen durante los primeros seis/siete años, pero llegado el tiempo de concebir «64», debería tocar, atendiendo a la historia formar un nuevo grupo. Como esto no sucede, la pareja opta por romper el mármol y reorientar su sonido hacia el pop de baile, tendencia que se consolida con el elegante y potente electropop contenido en «Drums, sex and dance», publicado, como toda su obra, por un sello con criterio y muy buen gusto, Jabalina.
Cuando un grupo cambia de estilo o de sonoridad, se dice que ha evolucionado, ¿pero de qué hablamos con Souvenir: de evolución, de cambio natural, de variaciones...?
Sí, es cierto que nuestros cambios no son realmente una evolución, sino variaciones según lo que nos apetece expresar artísticamente y lo que queremos realizar musicalmente. Si hace seis años estábamos a gusto con una propuesta más acústica, melódica y clásica, ahora mismo lo que nos pide el cuerpo y el espíritu es hacer música basada en el tecno, la electrónica y el rock. En el fondo, una propuesta quizá tan clásica como lo otro, lo moderno ya no existe como concepto. Lo que une todo esto es que en conjunto seguimos haciendo pop, que es la razón por la que empezamos..
¿Se han cuestionado seguir cantando en francés dado que se ha pasado del pop al pop-electrónico, dejando de lado la conexión con la canción francesa?
En Souvenir no hay reglas irrompibles, pero no vemos fácil abandonar el francés por completo. Nos agrada que digas que el factor francés se emborrona un poco con los sonidos que practicamos ahora. El idioma es una herramienta que usamos, pero quizá nos ha encasillado en exceso, sobre todo por esa identificación con la chanson y los 60 franceses, así que si la gente se fija más, a partir de ahora, en lo puramente musical, pues genial. Con todo, sigue habiendo referencias a esas raíces: el título mismo del disco es un homenaje al «Sea sex and sun» de Gainsbourg y yo creo que Patricia en este disco canta más Brigitte Bardot que nunca.
¿Han retrocedido a curiosear el mundo de Spandau Ballet, Classix Nouveau, Culture Club, OMD, Duran Duran, Penthouse and Pavement, ABC...?
Viví esa época en mi infancia, oyendo a casi todos esos grupos en la radio. Te diré más, el primer disco que me compré, con 12 años, fue el «Singles collection», de Spandau Ballet en casete. Y el último LP que me he comprado, en una feria hace poco, ha sido el «Lexicon of love», de ABC. No, no he tenido que retroceder para documentarme, son sonidos que tengo grabados indeleblemente en la cabeza y, de hecho, cuando empezamos a preparar canciones más o menos tecno-pop en «64», el proceso era increíblemente fluido.
¿La informática facilita la vuelta a esa sonoridad?
Claro. Hacer esa música en los 80 suponía una inversión de dinero que habría sido impensable hoy en día. Ahora se puede hacer lo mismo con un ordenador y el software adecuado. De hecho, casi todos los sintes clásicos de los 70 y 80 están emulados por software de manera muy fiel. Eso ha sido una herramienta fantástica, sin ella mucha de la música electrónica actual no existiría.
Las máquinas son útiles, ¿pero no terminan por ser parte del modelo musical?
Todo es válido y nada anula. Yo, que soy de la escuela ecléctica, así lo veo. Me emociona por igual una canción de Robert Johnson grabada en 1937, que es pura raíz, voz y guitarra, que el single «Fade to grey», de Visage. El grabar en casa es algo fabuloso y que, como mucha de la tecnología digital, ha democratizado la producción. Hace 25 años se necesitaban muchos medios para acceder al disco. De otro lado, grabar discos en casa nos parece algo modernísimo, pero Joe Meek a primeros de los 60 grababa discos enteros en su apartamento, e incluso antes, en los 40, Les Paul hacía lo mismo en su garaje.
«Drums, sex and dance» resulta un disco explícito desde su título hasta el sonido final. Electropop en la línea de las formaciones más atractivas de la nueva oleada internacional de pop desinhibido. Souvenir propone un ritmo marcado por el optimismo y lo inmediato, sin reflexiones filosóficas, sólo dejarse llevar. No obstante, lo grabado no es obvio ni simple ni se crea apretando un botón de la caja de ritmos. Cualquier corte valdría como ejemplo, pero quizá resulte más evidente en «Ta machine», donde máquinas y voz se cruzan caras con la tentadora y eficiente guitarra de Jaime, todo con más peso e intención que el primer soplo. En realidad, ninguna canción suma valores por el estilo, por el número de instrumentos o por las partes que la componen. Con dos acordes y una guitarra se puede crear una gran pieza y con una caja de ritmos y una tecla, sucede lo mismo. En primera escucha, Souvenir puede aparentar superficialidad e intranscendencia, quizá prejuicios inherentes al tecno y lo bailable. La cuestión no es lo fácil que sea replicar una canción o su sencillez, sino los valores de composición y detalles bajo las capas, terreno donde el trabajo de Souvenir es lúcido, brillante y seductor. Nivel inalcanzable para la mayoría de las bandas de su entorno. P. C.