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Anjel Ordóñez Periodista

Una política lingüística divina

Al principio existía la palabra. Mediante ella se hizo todo. Ella contenía vida, y esa vida era la luz del hombre; esa luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la han comprendido». Juan el apóstol inició con este impenetrable párrafo su conocido evangelio, hace ahora casi dos mil años. La palabra... el sentido de la vida, el origen de la humanidad, la madre del cordero. Las tinieblas... el lado oscuro, la negación de la inteligencia, de la virtud, lo peor. Siempre me han llamado la atención las historias de la Biblia. Ejercen sobre mí la fascinación propia de ese maniqueísmo de afirmaciones gruesas, de polos opuestos y enemigos mortales, de ángeles buenos y ángeles caídos, de cristos y anticristos, de vírgenes y putas...

Pero sigamos con las sagradas escrituras. Decía Juan, el hijo del pescador Zebedeo, que la palabra fue la argamasa del universo. Pero también lo fue de la construcción con peor fama en toda la historia cristiana de la arquitectura: la Torre de Babel. Narra el Génesis que allá por las antípodas del tiempo presente -2000 antes de Cristo- nuestros antepasados se embarcaron en un proyecto ambicioso: construir una torre tan elevada que rozase el mismo cielo. La idea no gustó a Dios. Él, que había creado la palabra (o que era la palabra misma, estoy en dudas), sentenció que la existencia de un solo idioma estaba en el origen de la soberbia humana. Y así, como segunda parte de su divina política lingüística, creó todos los idiomas del mundo evitando que los hombres se entendiesen entre sí y favoreciendo la total ruina de la empresa arquitectónica. Así quedó la cosa, hasta hoy.

Como siempre en las lecturas sagradas, este bonito pasaje está sujeto a interpretación. ¿Qué es el plurilingüismo? ¿Un designio divino de los que se escriben con renglones torcidos o una castigo del todopoderoso? Ni lo uno ni lo otro: es un intento de los abertzales por subvertir el orden constitucional. Y no lo digo yo, lo dice Mayor Oreja, ex secretario nacional de las Juventudes de la Asociación Católica de Propagandistas (como hay Dios y Wikipedia). Y a él se lo contó su abuelo. «Esa luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la han comprendido». Mira a ver, Alfonso.

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