Un helicóptero de la Marina brasileña recuperó ayer lo que podrían ser los primeros restos del Airbus 330 de Air France que cayó al océano Atlántico con 228 ocupantes, un soporte utilizado para acomodar cargas en aviones, de unos 2,5 metros cuadrados, y dos boyas. Además, el ministro de Defensa de ese país, Nelson Jobim, descartó que la aeronave explotara en el aire a tenor de las grandes manchas de carburante localizadas en la superficie marina, aunque se siguen barajando distintas hipótesis.

Los primeros restos del avión fueron hallados a 550 kilómetros del archipiélago Fernando de Noronha casi cuatro días después de la caída del avión, que llevaba 216 pasajeros y 12 tripulantes de Río de Janeiro a París.

Las causas del accidente seguían ayer siendo un misterio y se barajaban diferentes hipótesis. Medios franceses informaron, citando fuentes cercanas a la investigación, de que el avión volaba a una velocidad «errónea», demasiado despacio, antes de entrar en una zona de fuertes turbulencias.

Expertos, aunque reacios a admitir que una tormenta pueda por sí sola derribar un avión tan moderno, han especulado que turbulencias extremas o una descompresión explosiva podrían estar detrás del accidente.

Un piloto de Air Comet comunicó a la dirección de la aerolínea haber visto un destello en un punto donde podría haber caído el avión, confirmó el subdirector general de la compañía, Fernando Gil, a Europa Press.

Éste explicó que el comandante estaba operando la ruta Lima-Madrid, «bastante más al norte y al oeste que la otra», cuando en un determinado momento de la noche vio un destello un poco más al este de su posición.

En ese momento, el piloto no habría identificado el origen de dicha luz, pero al enterarse de lo ocurrido a su llegada a Madrid-Barajas, comunicó lo ocurrido a su compañía.