Al juez de la Audiencia Nacional española Baltasar Garzón le han dado una cornada de las buenas y todavía queda alguien que se compadece. Cada vez menos, pero todavía tiene admiradoras.

La veterana Julia Navarro, de la agencia OTR-Press, es una de ellas. Dice Julia desconocer si Garzón ha hecho bien o mal las cosas, pero explica que «me parece una mala jugada que su carrera judicial se pueda ir al traste por éste asunto», y a renglón seguido busca las razones de su caída en desgracia: «A Baltasar Garzón todo el mundo le tiene ganas, incluso los que ahora pasan por ser sus amigos. El juez se ha convertido en un personaje todopoderoso al que achacan conocer información confidencialísima de todo aquel que es alguien en este país, y claro eso provoca temblores en muchos». No será para tanto...

Insiste la columnista en que el problema es ser poderoso y no débil. Yo siempre lo he entendido al revés, pero si ella lo dice...: «El problema de Garzón no es sólo que tiene un gran poder como juez, sino que además es evidente que lo tiene».

También reconoce la veterana periodista que puede que el juez sea un chapucero, pero no se explica así la cosa, sino por haberse atrevido a meterse con los franquistas: «La Transición, con la ley de amnistía incluida, fue un pacto que sirvió para poner punto final sin revancha a cuarenta años de franquismo. Muchos defendieron la `ruptura', es decir haber hecho ese proceso al franquismo, otros, sabiamente, optaron por lo que se hizo y que fue lo que ha permitido que hayamos llegado hasta aquí. Pero dicho esto, en los últimos tiempos desde el Gobierno parecían alentarse aires revisionistas más allá del lógico y justo derecho que tienen los familiares de las víctimas de recuperar sus restos. Y en ese `fregado' es donde se metió el juez Baltasar Garzón».

Pues lo que resulta es que se ha metido con los que sí son realmente poderosos y le han pegado un revolcón de los buenos. ¿Se dan cuenta de que, en realidad, el juez que veía amanecer no era tan omnipotente como él mismo se creía?