Los inicios de la mujer que revolucionó la moda
«Coco, de la rebeldía a la leyenda de Chanel»
Anne Fontaine ha contado con un gran equipo artístico para recrear la época en la que la joven Coco Chanel rompió convenciones y se hizo a sí misma, y dentro del cual destaca la diseñadora de vestuario Catherine Leterrier. El guión, basado en una biografía de Edmonde Charles-Roux, que fue redactora de «Vogue», ha sido revisado por Christopher Hampton.
Mikel INSAUSTI | DONOSTIA
Coco Chanel se ha convertido en un símbolo de la modernidad, de la ascensión social de la mujer hasta equipararse con el hombre, e incluso relegarlo a un segundo plano en ciertos ambientes donde la inteligencia no puede ir separada del encanto personal. Tratándose de alguien así no es de extrañar que resulte una figura con tanto atractivo para el cine, y que dos títulos sobre ella hayan coincidido este año. «Coco Chanel & Igor Stravinsky» es la realización de Jan Kounen que ha cerrado el Festival de Cannes, sin que la caracterización central de Anna Mouglalis haya llamado demasiado la atención, por lo que todos los ojos están puestos en Audrey Tautou y su más que razonable parecido en «Coco avant Chanel» con la verdadera Gabrielle Bonheur Chanel. Pero este éxito no va a hacer sino ayudar a que el fenómeno sea imparable, y a que se anuncien nuevos proyectos sobre la reina de la alta costura parisina y de la moda por extensión.
Tampoco faltan precedentes cinematográficos en torno a la fundadora de la casa Chanel, siendo la actriz Marie-France Pisier la primera en intentarlo en la gran pantalla, pero «Coco Chanel», dirigida en 1981 por George Kaczender, era una biografía que intentaba abarcar la larga existencia de este mujer que hizo de puente entre dos siglos, quedando demostrado que esa era una empresa descabellada. Antes, en 1969, Katharine Hepburn hizo un musical en Broadway inspirado en la sublime Chanel. Más recientemente, otra gran estrella del Hollywood clásico, Shirley MacLaine, la ha encarnado en una telemovie de cuya realización se ha ocupado Christian Duguay. Por supuesto, en dicha versión se partía de los últimos años de la creadora, cuando vivía encerrada en una lujosa suite del Hotel Ritz en París rodeada de sus recuerdos. El planteamiento de «Coco avant Chanel» es justo el opuesto, ya que se refiere a la juventud de la protagonista, antes de que el mito Chanel llegara a superponerse a la persona.
En su idioma de procedencia
El título original de «Coco avant Chanel» no está cogido al azar, por referirse a la primera etapa de Gabrielle Bonheur Chanel, antes de convertirse en la famosa Coco. Los distribuidores siguen sin entender los títulos en su idioma de procedencia, a la vez que piensan que la simple fórmula escogida en esta ocasión no ha de bastar para explicar o resumir en una frase a los espectadores el contenido de toda la película, y de ahí que hayan preferido el horrendo «Coco, de la rebeldía a la leyenda de Chanel», que en esta crónica no volveremos a repetir por motivos obvios. Mal que les pese términos como «prêt-à-porter» son ya de dominio internacional, y no necesitan de mayores acotaciones gracias, precisamente, a la mujer a la que va dedicada la película.
La realizadora Anne Fontaine tenía muy claro que quería revelar el origen del fenómeno Chanel, centrar el relato en la forma en que la joven Gabrielle tuvo que enfrentarse a la sociedad de su tiempo, guiada por una especial intuición para traducir a algo tan cotidiano y elemental como el vestir los cambios que necesitaba la mujer, hasta entonces relegada a un rol social meramente ornamental o decorativo. Lo que Fontaine nos cuenta sobre aquella Chanel de los comienzos es que ella supo ver que las mujeres no podían seguir literalmente «encorsetadas» por más tiempo, y había que liberarlas de una ropa incómoda que las oprimía en el sentido más físico. Se trataba de incorporar a la mujer al mundo práctico, de hacerla sentirse más cómoda y desenvuelta, como un primer y obligado paso para su normal desarrollo dentro de la sociedad. La primera acusación con la que se encontró fue la de pretender vestir como los hombres, utilizando bolsillos, botones y cortes tomados de la ropa deportiva o de trabajo, pero es que en el fondo de todo se hallaba el germen de lo que luego se denominaría moda «unisex», en cuanto revolucionario concepto de igualdad.
Pero el camino que tuvo que seguir la Gabrielle provinciana hasta hacerse un sitio en París fue muy duro y plagado de obstáculos, que la dejaron bastante tocada en el plano sentimental, algo que es mostrado en «Coco avant Chanel» por primera vez. Fue el precio que tuvo que pagar por hacerse a sí misma en una época donde todavía no se contemplaba la figura de la mujer independiente, así que había que inventarla a través de más de una experiencia dolorosa, porque no quedaba otra solución. El hecho de haber sido una niña huérfana la hizo endurecerse, a la vez que la formación recibida con las monjas le sirvió de base, lo mismo que el aprender el oficio de costurera. La ausencia de la figura paterna la llevó a buscar instintivamente la protección masculina, pero este tipo de relaciones creaban una dependencia, y tuvo muy claro desde el principio que no quería ser una cortesana. Su fracasado intento por ser artista de cabaret le sirvió para darse cuenta de que su cuerpo y su aspecto externos eran diferentes, que debía buscar otra clase de imagen femenina. Estaba llamada a diseñarse su propia ropa, a crearse un estilo alternativo con el que sentirse a gusto consigo misma. Disponía de lo más importante, que era su extraordinaria capacidad visual de observación, la cual le permitió discernir que debajo de aquellos estrafalarios tocados y sombreros que llevaban las damas de la alta sociedad difícilmente podía asomar la inteligencia.
Anne Fontaine es una veterana realizadora que comenzó como actriz, pasándose al otro lado de la cámara hace dieciocho años, cuando debutó con «Les histories d'amour finissent mal... en gánéral». Desde entonces, ha hecho diez películas más, de las que a este lado de la frontera sólo se habían estrenado dos, siendo «Coco avant Chanel» la tercera. Lo curioso y sintomático es que ese par de títulos distribuidos tiene como común denominador el erotismo, lo que no es una constante en su carrera. «Limpieza en seco» y «Nathalie X» hablan de relaciones triangulares fuera de los esquemas admitidos de la pareja, y sobre todo la segunda cuenta con un extraordinario reparto formado por Fanny Ardant, Gérard Depardieu y Emmanuelle Béart. Está claro que a la Fontaine le gustan los buenos intérpretes, aunque ha sentido especial debilidad por Chrétien Sibertin-Blanc, que para algo es su hermano. Con él ha realizado la trilogía sobre el extraño Augustin, compuesta por «Augustin», «Augustin, roi du Kung-Fu» y «Nouvelle Chance». Con el siempre interesante Fabrice Luchini ha contado en «Pas de scandale» y la reciente «Monaco». Su primer encuentro pre-Chanel con Benoît Poelvoorde fue en «Entre ses mains».
M.I.
La presión mediática que tiene que soportar Audrey Tautou es directamente proporcional a su claridad de ideas profesional, y hace ya tiempo que pasa de ser constante y maliciosamente identificada como la chica de «Amelie». Nada la desvía de una brillante carrera interpretativa, basada en el buen criterio con que escoge los papeles que le ofrecen. Ya antes de triunfar en todo el mundo con la película de Jean-Pierre Jeunet había ganado el César de Actriz Revelación, por su trabajo en «Venus, salón de belleza». No tardaron en fijarse en ella Stephen Frears y Alain Resnais, que la dirigieron respectivamente en «Negocios ocultos» y «En la boca no». Hollywood también ha reclamado sus servicios, para reventar taquillas con «El Código Da Vinci». El dinero no cegó su vocación artística, retomada en la posterior «Juntos, nada más», obra póstuma de Claude Berri. Pero la fidelidad a su gran descubridor la llevará a rodar la nueva campaña publicitaria de Chanel a las ordenes de Jeunet, que también la dirigió en la romántica «Largo domingo de noviazgo», con lo que se convertirá en la chica más Chanel de todas las que han sido por doble motivo.
M.I.