Botones en lugar de ojos
«Los mundos de Coraline»
M. I. | DONOSTIA
Ya es hora de que se reconozca a Henry Selick como un creador autónomo, dotado de personalidad propia, y sin necesidad alguna de verse asociado a sus primeras colaboraciones con Tim Burton. Con «Los mundos de Coraline» viene a certificar que, tanto «Pesadilla antes de Navidad», como «James y el melocotón gigante», eran obras salidas de su universo imaginativo. Dicho caudal de ideas gráficas ya quedó expuesto en «Monkeybone», su única cinta de acción real, pero en la que a través de la caracterización de ese cartoon viviente que es Brendan Fraser daba rienda suelta a las fantasías de un dibujante de historietas. Su vuelta a la animación le confirma como un romántico defensor del sistema tradicional stop motion, lo que le sitúa como el último artesano dispuesto a trabajar en un gran estudio fotografiando imagen por imagen. Le han permitido tres años de larga y lenta elaboración gracias al uso combinado del 3-D, justo cuando la industria norteamericana quiere equipar las salas para la proyección tridimensional. Selick ha tomado como base argumental el cuento de Neil Gaiman, otro autor de comics, que actualiza clásicos sobre mundos paralelos del estilo de «Alicia en el País de las Maravillas» o «El mago de Oz». Coraline no está contenta con su realidad cotidiana, así que descubre un reverso donde sus padres le permiten hacer lo que quiere y en el que todo es mucho más divertido.